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sábado, 18 de abril de 2015

La primogénita

 Todos en la casa esperaban un varón, que siguiera la dinastía. El llanto inundó la habitación escasamente iluminada. Todo hacía presagiar que el bebe no aguantaría mucho. Escuálido y rojo, emitió un llanto impropio de un ser tan diminuto, parecía que fuese el grito desgarrador de llegar a la vida para irse de prisa. Su madre, al ver que era hembra sintió una punzada de pena, pero pronto vendrían más y serían varones; cogió a su cachorro en brazos y supo desde ese momento que viviría para ella.
 La niña crecía en un ambiente de amor y felicidad, mantenía su esquelético cuerpo que no ensanchaba a pesar de las grandes comilonas que despachaba, igualando en la mesa a cualquiera de los más fornidos guerreros de la aldea.
 La fragilidad de su cuerpo, contrastaba con la fortaleza de su alma. Así, cuando entregaba su amor lo hacía con plenitud, pero las traiciones las cobraba con total indiferencia, que marchitaban al desterrado.
 Aquella fría mañana, mientras recolectaba fresas silvestres junto al acantilado observó como un barco se acercaba a costa. No era conocido, pero con su arrojo natural, se acercó a observar a los extranjeros.
 Cuando bajó de aquel navío, sus ojos no pudieron dejar de observarle. Había algo en el que destacaba sobre los demás. Supo en ese momento, que su corazón había dejado de latir en soledad.
 Tres días estuvieron acampados a la orilla los foráneos. Recolectando, aprovisionando agua y sin que nadie le prestase atención. Tres días que la joven estuvo observando al joven que había prendado su ser.
Al cuarto día se toparon de bruces, el joven se había alejado del grupo paseando y contemplando la naturaleza, sin pretenderlo se acercó tanto a la muchacha que acabó por sorprenderla.
Sus miradas se congelaron, detenidas ambas en los ojos de sus contrarios. el tiempo se paró, los pájaros dejaron de trinar, el mundo detuvo su marcha para contemplar la imagen de aquellos jóvenes escudriñando sus interiores con la mirada.
El aullido de un lobo los despertó de su ensueño. Ambos corrieron en direcciones opuestas, pero ya habían sucumbido al amor y en su huida se llevaron un pedazo el uno del otro.
Las estrellas de la noche  formaba la cara de ella, el perfil de la luna era el vivo reflejo de él.
A la mañana siguiente acudió volando al campamento, su desolación fue total al ver que allí ya no había nadie. Se habían marchado, ¿Sería por ella?¿Se asustarían pensando que ella avisaría a los suyos y ante el temor de la lucha se habían ido?. La pena y la sensación de culpa inundó su ser. Llegó a casa y se encerró en su habitación.
Nadie lograba sacarla de allí, no comía, no se aseaba, su madre y hermanas trataban de animarla, pero ella se negaba a atender a nadie que se acercara.
Dos días después, una algarabía se escuchó en la aldea. Un extranjero se acercaba con un cachorro de lobo que no se despegaba de sus pies. La gente lo rodeaba, el joven avanzaba con paso firme y decidido. Llegó a la puerta de la casa y se quedó esperando. La chica, que lo había visto desde el ventanal se aseo y vistió volando. Cuando se plantó ante el joven, lo único que el chico pudo balbucear fue:
 -"para ti";  a la vez que le hacía ofrenda del cachorro de Lobo.

A mi Prima, amiga, hermana Charo Lobo por el día de su cumpleaños.