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sábado, 20 de febrero de 2021

Sansón y Dalila

 Triste historia machista en la que incluso el hombre más fuerte del mundo puede sucumbir a los encantos de una pérfida mujer que le despojará de todo, haciendo ver al inocente hombre lo mala que puede llegar a ser una mujer, pero esta historia no va de machismo, ni feminismo, ni tan siquiera de hombres y mujeres, esta historia va de niños, de niños y sus pelos.

 Hay muchos niños que lloramos cuando nos cortan el pelo. Si, yo aún cuando veo caer mi cabello por la poda indiscriminada de mi particular peluquera, sufro.

¿Por qué este llanto?, desprendernos de algo que ha estado con nosotros tanto tiempo siempre es un duelo, pero existe una causa mayor que la del apego. El pelo, nuestro pelo, es una identidad creada, cercenar ese cabello indica que nuestra impronta va a cambiar, que debemos aceptar una metamorfosis de la cual no sabemos si vamos a estar preparados, así que si un niño llora cuando lo lleváis a la peluquería, no le digáis que va a estar más guapo, que va a cambiar a mejor (el ya se ve bien), decidle que su super yo necesita evolucionar, que cada corte de pelo es una transición obligada, que algún día, ese pelo dejara incluso de estar con nosotros, que cambiará a la vez que lo haga todo el cuerpo, que el pelo no somos nosotros, que es sólo un aderezo como la ropa, y que los cambios no son malos.

He tenido mi pelo salvaje, largo, corto, cresta, coleta, rizado, canoso, y en breve imagino que ya no estará, así que para las madres, padres, abuelos, abuelas, tutores, tutoras, peluqueros, peluqueras, va dirigido este post.

Espero que a alguien le haya servido.


jueves, 18 de febrero de 2021

Diez minutos

 Diez minutos, ese es el tiempo que soy lúcido, el tiempo que el universo me da para ser creativo, espontáneo, atrevido, original, libre.

Me despierto, no soy consciente que tengo esos diez minutos, automáticamente hago mis tareas domésticas y de aseo personal, nutro a mi cuerpo de un enriquecedor desayuno y es entonces cuando estoy preparado.

Sé que sólo serán diez minutos, una vez pasado ese tiempo, la decadencia ocupará el espacio que otrora fue maná, ideas inertes poblaran la mente y la mediocridad reinará en mi ser.

Pero esos diez minutos. ¡Ay!, me duele el recordar que soy príncipe de manera efímera y mendigo para la eternidad.

Cada día vivo en el recuerdo de lo que fui, de lo que creé en ese tiempo dorado, anhelando despertar para volver a tener esa oportunidad de tocar los cielos, y juro, que compensan esos diez minutos de gloria para luego arrastrar mis pies por el barro del infierno.

Diez minutos de luz para dejar paso a la oscuridad, diez minutos en los que no soy yo, ¿O a caso si soy ese y el resto del tiempo estoy prisionero de la rutina?. 

El éxtasis místico debe ser muy parecido a ese estado que adquiero en la mañana, ese "vivir sin vivir en mi", ese escape mental del plomo que supone lo físico, esa evanescencia consciente, ese placer espiritual.

Se acaba mi tiempo y dejo que fluyan los últimos destellos entre mis dedos, apenas me queda luz para teclear....¡Mañana nos vemos!.  


 

lunes, 15 de febrero de 2021

Gato Blanco


Las noches que cenaba fuerte solía tener pesadillas con él, volvía a recordar cómo le acariciaba la espalda, sentía su respiración, se regocijaba viendo cómo el pecho subía y bajaba de manera cadente. Sentía el calor de su cuerpo junto al suyo. Esos sueños eran increíbles, y al despertar notaba ese vacío que sólo te deja alguien que ha sido muy importante en los últimos años de tu vida. Pero su independencia, su actitud distante, su desdén, habían hecho que lo eliminases de tu lado.

Sólo las noches que cenabas fuerte sentías de nuevo su presencia, y todas las noches querías seguir notando su cuerpo felino bajo las sábanas, disfrutar del roce de su piel, de sus caricias, de cómo metía su cola entre tus piernas…Así durante doce meses.

Tu cuerpo no aguantó mucho, esas copiosas cenas habían logrado dañar el corazón, sólo el maullar de un gato blanco alertó a los vecinos de que algo grave pasaba. 

No pudieron hacer nada por salvarte, habías muerto en los brazos del hombre que más amaste.