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martes, 8 de septiembre de 2020

Puertas

 Capítulo I


-¡Roberto, no vuelvas tarde!

La voz de mujer atravesó toda la casa hasta la puerta, que se cerraba repitiéndose incansable en la cabeza de Roberto.


Roberto era un hombre anodino, difícil calcular su edad, podría tener treinta y pocos o cuarenta y muchos años, hombre de pocas palabras y por lo tanto largos silencios; su cuerpo era desgarbado; como todo su ser; el pelo no había sufrido alteración alguna en sus años de vida; tal y cómo lo peinó la comadrona nada más nacer, así perduro su peinado en el tiempo; raya al lado derecho y pelo pegado al casco hacia el mismo lado; ni corto, ni largo; de color rubio; las pocas canas que pudiera tener se perdían en el dorado color del cabello. Vestía pantalón vaquero azul; mocasines verdes; polo de marca del mismo color que los mocasines y gafas de pasta negra...olvidaba resaltar el cinturón trenzado marrón que sujetaba el pantalón.

Una décima de segundo antes de pulsar el botón del ascensor, este se puso a parpadear, alguien había sido más rápido que él. Miró su reloj y comenzó a mover incesante el pie derecho, golpeaba el suelo con la puntera a un ritmo elevado, demostrando así que tenía prisa y era tarde.

Escuchó cómo el ascensor paraba algunos pisos más arriba, la puerta se abrió, esperó unos segundos y volvió a cerrarse, nuevamente, el dedo preparado para que cuando la luz dejase de parpadear pulsarla, pero esta no dejó de parpadear, el ascensor volvía a moverse…Decidió mantener su dedo pulsado en el botón durante al menos treinta segundos, respiró profundamente, volvió a mirar el reloj, giró su cabeza y miró hacia las escaleras… demasiada calor, demasiado esfuerzo, esperaría un poco más con el dedo sobre el botón.

-!Ding¡...sonó el timbre de parada, el ascensor abrió sus puertas y dejó ver el regalo que transportaba, una señora de menos de un metro sesenta con cien kilos en carnes que rezumaban sudor...Roberto dudó en entrar, un ojo le hizo un extraño tic cerrándose de forma compulsiva, se ajustó bien su mascarilla, accedió al estrecho ascensor y esperó que la puerta se cerrara. El sonido ambiente del ascensor no era lo suficientemente apaciguador, el olor nauseabundo a sudor rancio atravesaba incluso la mascarilla, estaba a punto de vomitar cuando sin pensarlo dos veces, cogió la llave más larga de su llavero y se ensañó con la inocente mujer, la mujer trataba de gritar, pero su sangre se colaba en la garganta destrozada por las repetidas entradas y salida de la llave, aquel ascensor y sus ocupantes pronto estuvieron inundados de sangre.

-¡Ding!...sonó de nuevo mientras se abría la puerta en la planta baja, de pronto la señora salió del ascensor dejando aquel tufo a su paso. Roberto quedó descolocado, ¿Qué había pasado?, la acababa de descuartizar y de pronto salía cómo si nada hubiese pasado, sin rastro de toda aquella carnicería que acababa de acometer…

-Pssssssshhhh la puerta del autobús se abrió, uno a uno fueron entrando todos los peatones, el conductor con cara de aburrido miraba a cada uno de los pasajeros, a ver si llevaban mascarillas, el estar hacinados al fondo como ganado no pareciera ser de su incumbencia. Pssssssshhh la puerta se cerró y comenzó el vehículo a circular, Roberto trataba de aguantarse erguido entre un chaval dos palmos más alto que él y cargado con una mochila, y una chica rubia que con sus cascos puestos ignoraba todo aquello, además, por la manera de mover su mascarilla, se dijera que mascaba chicle o rumiara. En estos pensamientos estaba cuando el autobús comenzó a circular a una velocidad inadecuada, demasiado deprisa, excesivamente veloz, los pasajeros empezaron a asustarse y comenzaron a increpar y gritar al conductor, que ignorando aquel alboroto aceleraba aún más la máquina. Roberto estaba enmudecido, miraba a su alrededor y de pronto aquellas personas se convirtieron en corderos, balaban desesperados, Roberto no daba crédito a lo que estaba viendo, en un segundo , el conductor se arrancó la mascarilla y girándose con la cara y ojos desencajados gritó:¡Borregos al matadero!, y lanzó a más de 130 km/h el autobús contra una pared cubierta con un anuncio de “Carnicería los Bro”. A pesar del estruendo y el fuerte golpe, Roberto estaba intacto, lleno de trozos de carne y sangre de bobino, pero sano. A su alrededor la masacre era impresionante.

-Pssssh la puerta se abrió y nunca supo cómo se encontró en la calle de nuevo rodeado de transeúntes que iban y venían por la acera sin pensar.

-¿Qué coño me está pasando?...pensó en voz alta, unas gotas de sudor caían por su frente, comenzó a caminar calle arriba, tratando de protegerse en la pequeña sombra lineal que ofrecía el edificio, miraba al suelo, intentaba resetear su mente, dilucidar qué acababa de ocurrir, saber el ¿Cómo era posible haber vivido esas experiencias?. De manera mecánica subió los escalones del edificio dónde trabajaba, la puerta mecánica se activó y accedió al enorme vestíbulo, pero...¿qué coño?, parpadeó varias veces, se frotó los ojos con fuerza y a pesar del enorme daño que se había infringido en los glóbulos oculares seguía viendo lo mismo.


miércoles, 22 de julio de 2020

Ascenso

 Los rayos del sol entraban por el amplio ventanal, la profesora los recibía en su costado agradeciendo aquel calor extra, ya que en el exterior la temperatura había llegado a cero grados. Luca la miraba extasiado, cómo su cabello dorado brillaba bajo la luz, veía cómo aquella mujer hablaba pero no oía sus palabras, su mente estaba en otro lugar, había alcanzado el Nirvana. Allí no necesitaba dormir, ni comer, no necesitaba desplazarse, no necesitaba nada, estaba pleno, satisfecho, en paz.
No reconoció la habitación, estaba llena de personas mayores, ancianos que incapaces de valerse por sí mismos eran arrastrados de un sitio a otro en sillas de ruedas, les daban de comer o trataban de hacer actividades físicas que le parecían ridículas, ya que esas mismas actividades las había hecho él hacía dos años en el jardín de infancia.
Un chico vestido de blanco se acercó hasta él, le miró a los ojos y pronunció, más bien preguntó su nombre. -¿Lucas?.
Luca sonrió, haciendo que el chico petrificase su rostro, -Sin S, me llamo Luca sin S, dijo con una voz que no se reconoció como suya.
El joven cuidador salió de la habitación despavorido, al rato llegó junto a una joven doctora, que incrédula acompañaba al alterado joven.
Luca, al contemplar a aquella joven de pelo rojo, que seguía al joven de blanco, sonrió, y sintió cómo unos rayos de sol atravesaban aquella melena rojiza, dejó de ver a los ancianos que le rodeaban, ya no olía la habitación a medicinas, orines secos y jabón barato, un perfume a lavanda inundó la sala, volvió a un nuevo estado de catarsis, ahora más allá del Nirvana, acababa de llegar al cielo, allí no necesitó ni el cuerpo. 

sábado, 20 de junio de 2020

Charlas intimas


Alumno; -¿Se puede ser un malo bueno?
Maestro:-¿Cómo?
Alumno;-Un malo bueno, alguien que haga el mal pero ese mal sea para bien.
Maestro:-Dependerá del punto de vista desde que se vea, para quien recibe el daño, el malo siempre será malo, para quien se beneficie de ese mal, será un benefactor.
Alumno;-Entiendo, ¿Entonces, un malo siempre será un malo y un bueno un bueno…?
Maestro:-No necesariamente
Alumno;-No entiendo, ¿Me lo explicas?
Maestro:-A ver, lo primero que hay que diferenciar qué es el Mal y que es el Bien. Imaginemos que una persona llega a la orilla de un arroyo que quiere cruzar, para esa persona, lo ideal es que o bien existiera un puente, o que el caudal del río fuese tan escaso que lo pudiera cruzar sin apenas mojarse. Si decide hacer un puente, necesitará madera, otras personas que lo ayuden, desforestar el bosque para construir dicho puente, perjudicando a los animales y a las tribus que habitan aquella zona desde tiempo inmemoriales. Para los viajeros que deseaban cruzar el río, sería una persona buena, para los que vieron sus bosques y sus vidas transmutarse y perderse, sería un ser odiado. Si por el contrario, fuese capaz de construir una presa o retener el caudal del río de alguna manera para poder pasar, morirían los campos de cultivos que hay río abajo, morirían de sed otras personas y animales además de secarse muchas plantas; el agua se acumularía allá donde la detenga anegando campos y terrenos perjudicando a otras personas. De nuevo, para unos sería muy bueno y muy malo para otros. Así que...¿qué es el bien y qué es el mal?.
-Alumno; Entonces ¿Cómo saber si actuamos de forma adecuada?.
Maestro:-Ahí querido amigo es dónde radica la dificultad del ser, cómo debemos actuar, si en beneficio propio, de algunos, de todos...Si lo hacemos en beneficio única y exclusivamente nuestra, estaremos actuando a todas luces de mala manera para otros. Así, el egoísta es un ser despreciado en todas las civilizaciones, ya que antepone el beneficio personal al colectivo. Siendo capaz de exterminar a todo un pueblo con tal de sacar su provecho.
Si por el contrario, actuamos en beneficio de unos pocos, bien sea mayoría o minoría, siempre serás malo para alguien, pudiendo ponerse incluso precio a tu cabeza por tus actos.
-Finalmente, como hemos dicho anteriormente no puedes actuar en beneficio de todos porque siempre alguien se verá o sentirá perjudicado.
-Alumno; Entonces lo mejor es no actuar, dejar pasar la vida.
Maestro:-¿Te estás escuchando?, ¿Cómo quieres dejar pasar la vida con lo maravillosa que es alma de cántaro?.¿No es mejor ampliar los conceptos de bien y mal y regirnos en base a otros parámetros ya que no podemos permanecer incólumes con estos principios?.
Alumno;-No te entiendo
Maestro:-El Mal, yo diría que alguien “Malo” es el que hace daño a su semejante de manera innecesaria por placer o para aprovecharse y enriquecerse personalmente con ello.
-El Bien por contra sería denunciar a ese ser maligno y ayudar de manera altruista a quien esté necesitado.
-Ambos casos requieren un esfuerzo, en uno hay beneficio personal, en el otro hay beneficio ajeno.
Alumno;-Entonces podemos decir que hacer el bien requiere un esfuerzo personal en el que no obtendremos recompensa pero la obtendrán otros. Y hacer el mal es un esfuerzo que nos reportará beneficio personal.
-En el caso del tipo que quiere hacer el puente para cruzar, ¿cual sería la respuesta adecuada?.
Maestro:-La respuesta adecuada sería hacer una barca, con la que enseñaríamos a los habitantes de la zona a pescar y que ayudaría a quien lo quisiera a atravesar el río sin hacer daño.
Alumno;-Pero para hacer el barco necesitaríamos troncos…
Maestro:-Si, pero muchos menos que para hacer un puente, que va acompañado de un camino que atraería más gentes, y ya sabemos qué ocurre con los caminos que atrae gentes.
-Alumno;El cruce de caminos
Maestro:-Así es
Alumno;-¿Me volverás a contar lo de los caminos que se cruzan?
Maestro:-Claro.

jueves, 27 de febrero de 2020

Abolicionista

-Don Miguel, vengo a presentaros mis respetos y pediros perdón por la alta traición a la que le sometí y por la que mi padre perdió su vida. 
-Además, añadió aquel hombrecillo de apenas treinta años y que no medía más de metro sesenta. -Y además, recalcó bajando la voz y moviendo su gorra de manera temblorosa entre sus dedos; mirando al suelo; incapaz de mantener la mirada al dueño de la casa,- quisiera pedirle que fuese el padrino de mi primogénito y así unir nuestras familias. 
¡Ya es tarde para el arrepentimiento!, aguanté a tu padre hasta que las ánimas lo arrastraron al fondo del canal. ¿Y ahora me preguntas si quiero ser el padrino de tu hijo?, ¿Me ves cara de idiota?. Si buscas a un idiota, toma 3 pesetas y compra un espejo, verás reflejado en él a un estúpido cada vez que lo mires.
-¡María!. Saca a este indeseable de mi casa.
María era un negro zaino de casi dos metros de alto por lo mismo de ancho, acompañaba siempre a su señor, podría decirse que era su sombra. Apenas le costó a aquel gigante coger al hombrecillo con una sola mano por el cuello, elevarlo medio metro del suelo y dirigirse a la salida. El desgraciado pataleaba, agarrado con sus dos manos a los dedos del mulato, se movía como una anguila a punto de perecer por la falta de aire. Cuando pudo por fin respirar, se encontraba rodando por el suelo a varios metros de la entrada de la casa de Don Miguel.

-¡Don Miguel Urbano!, nombraron desde el estrado -¡Presente! gritó un pequeño hombre que bien podría tener treinta o sesenta años. Era indiscutiblemente un tipo peculiar, no sólo en su físico, sino también en su histriónica manera de vestir; de pobladas cejas y a pesar de su baja estatura, fornido. Remataba aquel personaje una cara de bruto que imposibilitaba discernir su edad. Ataviado con levita bordada dorada y negra, bastón y chistera, fue abriéndose paso entre el tumulto hasta llegar a la base dónde el hombre había pronunciado su nombre.
-¡Elija uno! le conminó al recién llegado sin levantar la vista de los papeles y señalando a un grupo de esclavos. 
Sin dudarlo escogió al más grande, fuerte y difícil de doblegar. Al esclavo que nadie querría en su casa si no tuviese un capataz con mano de hierro. Pero lejos de amedrentarse, aquel pequeño hombre con cara de bruto le pagó al catalán una buena suma de dinero y se marchó del mercado llevando al gigante tras él, que de manera dócil se dejaba guiar por aquel extraño personaje. La gente se apartaba a su paso y volvía para mirarlos. Era cuanto menos curioso ver a un hombre que con chistera no llegaba al metro sesenta, llevando de paseo a un gigante con una cadena que se asía al cuello. 
-Salgamos de esta ciudad, estoy deseando llegar a Cádiz le dijo al esclavo y tomaron camino del puerto.
Una vez alejados del bullicio del mercado y del centro, en una de las tabernas del puerto, el hombre blanco comenzó un interrogatorio: -¿Cómo te llamas negro?, le preguntó al esclavo a la vez que le ofrecía una copa y se la escanciaba con vino. El hombre miraba aún con más detenimiento a su nuevo dueño, no había recibido un trato amable desde que fuera arrancado de su poblado por aquellos piratas salvajes que masacraron a toda su familia. -Maglía señor, soltó a la vez que bebía toda la copa de un sorbo...
-Maglía repitió el gaditano con una sonrisa en su boca...-¿Otra copa amigo?.
El esclavo no daba crédito ¿quién era aquel extraño ser?, ¿pretendía emborracharlo para hacerle algún tipo de hechizo?...sin tener aún las respuesta a sus preguntas volvía a tener la copa llena.
-Te preguntarás porqué te he comprado y qué intenciones tengo para ti. Pues te diré querido que sólo tengo un interés, y es que seas mi amigo. ¿Te agrada el trato?...obviamente, no tienes que responderme ahora, entiendo que para llegar a ser amigos, debe pasar un tiempo y ver cómo nos soportamos. Elevó su copa y bebió un largo sorbo.
-No tengo amigos, respondió el hombretón
-¿No,no tienes amigos? balbuceó a la vez que volvía a preguntar la respuesta que le acababan de dar.
-Están todos muertos, aclaró a la vez que bebía otro largo sorbo de vino. Y mi familia con ellos. sentenció.
 Don Miguel miró de nuevo a aquella mole, la compasión iluminaba ahora sus ojos. -Pues si Dios lo dispone, yo seré tu nuevo amigo y tu nueva familia, ya que carezco también de ambos. 
...Continuará.

La Bestia

 Sentado en la única silla que amueblaba la habitación miraba la descascarillada pared. Si, definitivamente aquella pared hacía mucho que no se pintaba. Aquel cubo en el que estaba metido, que en su día debió ser blanco, no transmitía nada. A pesar de no mover su cabeza ni tener visión periférica, sabía que allí dentro no había nada más que él, esa silla y aquellas paredes desgastadas.
 ¡Tic-tac, tic-tac!, el sonido de un reloj sonaba por algún lado.
-¡Silencio!, gritó desde lo más profundo de su ser. Y de forma mágica, el silencio se instaló a su alrededor. Pero no duró mucho tiempo, huyó de inmediato al escuchar un ¡Pom-pom, pom-pom!. ¿Qué diantres era aquello?, "diantres", se sonrió para sí mismo, le encantaba usar palabras que ya nadie utilizaba, le hacía sentirse bien, no podría explicar el porqué de aquella manía, pero no estaba dispuesto a renunciar a algo que le producía placer por muy inexplicable que fuera. El sonido seguía de manera rítmica golpeando su sien. ¡Pom-pom, pom-pom!. ¡Vaya! es mi corazón, adivinó de manera acertada, se relajó y un ¡Fiuuuu! siguió a cada latido, oía cómo la sangre salía disparada por su ventrículo hacia todo su ser... sonrió para si y el silencio volvió a ocupar toda la sala.
-¿Hola? El sonido vibró por las cuatro paredes rebotando y creando un eco que impedía determinar de dónde provenía aquel saludo.

-¡Que llega!¡que llega!, gritaba excitada desde la ventana.
 -Marga, ¡apaga las luces!
 -Mami, enciende las velas. Acostumbrada a mandar, le había preparado la fiesta sorpresa a su padre, que al abrir la puerta de la casa se encontró de sopetón con un grito de:
 -¡Sorpresa!, que le hizo tener un ataque al corazón.

-¿Hola?, volvió a retumbar aquella voz femenina y dulce por las cuatro sucias paredes. Giró su cabeza y vio una ventana de madera, dividida en cuatro y cerrada por pequeños cristales, tras ella una niña preciosa, de largo y lacio pelo rubio, ojos celeste y piel traslucida. Tras unos pequeños labios que rompían la palidez de la niña, unos pequeños dientes que relucían sobre la nívea piel. La niña lo miraba con cara dulce, no expresaba ninguna emoción, transmitía paz.

La distancia que le separaba de la ventana le parecía enorme, así que trató de incorporarse para tener una mejor visión de la pequeña, al elevarse, pudo observar que la niña estaba en un precioso jardín, enorme, al fondo se adivinaban montañas y fértiles valles, por un instante quiso estar junto  la pequeña y trató de levantarse, pero algo le retenía, unas cadenas lo sujetaban a la silla.

-¿Qué hago esposado?, ¿Porqué me tienen en esta maldita sala?, comenzaba a hacerse preguntas que hacía un sólo instante ni se le habían ocurrido.

¡Tic-tac, tic-tac! De nuevo el sonido de aquel reloj, cerró sus ojos y respiró profundamente por la nariz para posteriormente exhalar el aire por la boca. Tras haber acompasado su respiración con el sonido, un ¡Clic! rompió la monotonía haciendo que el reloj dejase de sonar, miró sus manos y las cadenas se habían soltado. Una puerta se había abierto en el decrépito habitáculo.

El hombre se levantó inseguro, desconcertado, lentamente avanzó hacia la puerta, giró el pomo y tiró suavemente, haciendo que a la vez que esta se abría la habitación se plegaba.

-¡Sorpresa!, aquel grito hizo que sintiera una punzada en el pecho, se llevó las manos al corazón y cerró los ojos.

Notó cómo la habitación había desaparecido, abrió los ojos y vio la cara de felicidad de una niña pelirroja de pelo rizado y mejillas llenas de pecas, de unos doce años, tras ella una mujer cercana a los cuarenta le miraba sonriente, era muy atractiva y debía de ser la madre de aquella niña pelirroja ya que parecía un clon en adulto de la pequeña, tras ellas, un matrimonio de avanzada edad aplaudía emocionado y junto a ellos, una hermosa chica morena de unos treinta años que portaba una tarta con al menos cuarenta velas encendidas...

Desorientado recibió los abrazos por igual de la pequeña y la atractiva pelirroja, la  pequeña jalaba de su mano gritando -¡Vamos papi, sopla las velas!.

La chica morena se acercó portando la tarta y sonriendo, sobre la mesa un cuchillo y una paleta para servir porciones, no sabría explicar cómo, se encontró con el arma en la mano y sin pensarlo dos veces, pasó la hoja cortante por delante de la garganta de la mujer morena rebanando el frágil cuello que se abrió en dos dejando escapar un caño de sangre, a la vez que por la tráquea cercenada, emitía un sonido hueco.
 El cuchillo lo tenía empuñado hacia atrás, de forma que el metal al pasarlo por el gaznate de la víctima, pareciera ser una extensión de su antebrazo. Sin dar tiempo a que ninguno de los presentes pudiera reaccionar, clavó la hoja con tal virulencia en el ojo del hombre, que hizo la punta se rompiese al impactar con el hueso parietal. La mujer a su lado gritó al ver cómo su esposo perdía la vida de manera tan violenta, un grito que pronto quedó apagado al recibir el acero lleno de restos de su querido esposo por la misma cavidad por la que emitía el lamento.
Se giró y encaró a las pelirrojas, la madre protegía a su hija, conmocionada por lo que acababa de ver suplicaba entre sollozos por la vida de ambas. No hubo piedad, a pesar de no tener punta, el cuchillo entró en el cuerpo de ambas tantas veces que dejó un amasijo de carne picada, huesos triturados y jirones de ropa ensangrentada.
 Se sentó en una silla, cerró los ojos y a abrirlo se vio de nuevo en aquella habitación cutre. Volvía a vestir el blanco pijama, la ventana había desaparecido, otra vez estaba aislado y encerrado.
-¡Dios mio!¿Qué he hecho?. Dijo el hombre sollozando y viendo aquella masacre. Sin pensarlo dos veces subió como un autómata al piso de arriba, se quitó los cordones de los zapatos, los unió, ató a la barandilla  y se ahorcó aprovechando el hueco de la escalera.
-¡Ring, ring!. El teléfono no para de sonar.
-¡Cariño!, pon otro tono de timbre en el móvil, por favor. Suplicó una chica joven a la vez que metía la cabeza debajo de la almohada.