Buscar este blog

domingo, 30 de abril de 2023

Secuestrado

 

No entendía lo que estaba pasando, las personas que a su alrededor estaban eran extraños, el trato era amable, pero distante. ¿Dónde estaban los suyos?, ¿Qué hacía allí?,...cientos de preguntas desordenadas se agolpaban en su mente, mientras postrado en aquella silla procuraba ordenarlas para encontrar el cabo de la madeja que se había convertido su mente.

Muy de vez en cuando, cada vez con más distanciamiento en el tiempo, le parecía oír una voz conocida, pero al buscar a esa madre; a esa mujer; a esos hermanos o hijos entre la multitud no reconocía ninguno de aquellos rostros.

Aquella tarde otoñal vio a su mujer, la reconocería en cualquier parte, había envejecido enormemente pero sus ojos aún mantenían el color del cielo.

-¡Hola mi amor!, dijo con un hilo de voz a la vez que dibujaba un atisbo de sonrisa. Varias lágrimas comenzaron a brotar de las pupilas celeste surcando las arrugas de la piel. Un cálido beso fundió los ancianos labios, tras ese brote de amor, el hombre volvió a preguntar:

¿Quién eres?.

Carta a un amor

 

Carta a un amor.

Muy estimada amada.

Me atrevo a escribirte esta carta, porque eres lo que más amo en este mundo, desde la primera vez que te conocí, quedé prendado de ti. Lo quise saber todo; tu procedencia; tus orígenes; tu familia; tu crianza; donde y cómo llegaste a ser lo que eres.

No dudé en atravesar valles, ríos y montañas hasta llegar a tu tierra, verte pasear por esas dehesas de encinas y alcornoques fue sublime, no quisiera parecer atrevido, ni ofenderte si te digo que me enamoró hasta tu manera de andar por esos montes onubenses.

Observarte a lo lejos, con la puesta de sol, cómo marchabas con los tuyos ladera arriba hacia el bosque me llenaba el corazón, ya que sabía, que a la mañana siguiente podría verte llegar al río para tu retozo matutino.

Pasado Febrero alcanzo el orgasmo culinario. Del campo al plato. Es allí dónde con placer y deleite hago realidad mis sueños y te hago mía, nos fundimos en mi boca y rememoro todos esos paseos que diste, esas bellotas y castañas que comiste, siento el frescor de la noche y la calidez del sol invernal en mi boca. Mis dedos, húmedos de ti, vuelven una y otra vez al plato donde luces desnuda, te toco con delicadeza, te llevo una y otra vez hasta mis labios que se abren para notar el roce del flujo que desprendes en cada veta.

Me despido de ti amada mía, recordando tu sabor, tu imagen y tu olor, jamás podré agradecer lo suficiente a Jabugo el mimo con el que te crió, cuidó y preparó para que un humilde servidor pudiera degustarte.

Un enamorado que siempre te tendrá en su mesa.

Sibarita