La
decisión
-¡No
te tomes esa copa o será la última!.
-¿Cómo?;
¿Quién coño eres para decirme si puedo o no puedo beber?.
Y De
un solo trago vació el chupito doble de ron.
-¿Ves
como podía gilipollas?. Pero allí ya no había nadie, la música
había cesado, el bar había desaparecido, todo era blanco, incluso
su ropa. Entró en pánico.
Unos
pasos se acercaban, pero se sentía incapaz de localizar el foco del
sonido, de pronto, aquel mismo hombre que le había advertido sobre
la copa, sonreía frente a él.
-¿Qué
me has hecho?, ¿Dónde estoy?. Preguntó asustado.
El
tipo con voz profunda le contestó de manera pausada y tranquila:
-¡Estás en el Limbo!, ¡Has muerto y tu juicio comenzará en
breve!.
-¡Zacarías
Gómez Hurtado!; una voz de ultratumba pronunció el nombre del
hombre.
-¡Presente!
Balbuceó.
-Tenemos
un dilema con tu alma, retumbó la voz. -Es reclamada por ambos
bandos, el Mal y el Bien. Tus actos en la tierra han sido
equilibrados y debemos decidir quién acabará poseyendo eternamente
tu espíritu.
-¡Joder!
Masculló entre dientes Zacarías.
-Se
nos plantean cuatro opciones , volvió a susurrarle de nuevo la voz
del hombre del bar:
-La
primera es que te vengas conmigo al Infierno
-La
segunda que vayas al cielo con Dios
-La
tercera es que te quedes eternamente en el Limbo
-¿Y
la cuarta?, se adelantó impaciente el hombre a la espera que fuese
la que más deseaba.
-Volver
de nuevo, pero esta opción es la que menos nos gusta, ya que estarás
condicionado al saber la verdad de lo que te espera tras la muerte.
-A
mí es la que más me gusta, dijo el hombre tratando de salir de
aquella embarazosa situación y volver, a su, a la vida.
-¡Como
gustes,
pero antes quisiera, ya que estás aquí, que visitases mis
instalaciones. Por mi mala gestión, se han vertido tantos bulos
sobre ella, que me cuesta un infierno que se diga la verdad.
Cogió
al hombre de la mano y aparecieron en un burdel, cientos de puertas
se presentaban en aquel pasillo, en ellas carteles dónde se
practicaban todo tipo de aberraciones, las variantes más salvajes de
los siete pecados capitales se escondían tras aquellas puertas.
-Mira
Zacarías, gula, deseo, avaricia, pereza,...aquí podrás dar rienda
suelta a tus más depravados vicios sin cargar con el sentimiento de
culpa, ese se lo dejamos al de arriba. Si te vienes conmigo, no te
faltará nada, aquí sólo tendrás placer. ¡Observa!,
abrió una puerta y uno de sus mayores deseos estaba haciéndose
realidad, ojiplático quiso entrar en la habitación, pero un trueno
le devolvió al Limbo.
La
excelsa voz se pronunció: -Ya has visto lo que él quiere que veas,
ven conmigo y te mostraré la paz de espíritu que podrás alcanzar
eternamente si me
eliges.
De
nuevo un pasillo lleno de puertas, todas con símbolos zen, lugares
idílicos, abrió una puerta que decía Edén, y allí contempló el
lado más amable de la naturaleza, una pareja de jóvenes corrían
desnudos y despreocupados hacia un pequeño lago en el que una
cascada vertía sobre él un agua transparente. Aquel aire puro,
aquella paz, hizo que el hombre diese un paso hacia dentro, pero aún
no había pisado la mullida pradera cuando se vio de nuevo en el
Limbo, en la aséptica sala.
-¿Sigues
deseando volver al mundo?, ¿O deseas elegir dónde quedarte?.
Preguntó el hombre del Bar.
Zacarías
tragó saliva de manera ruidosa, tenía que tomar una decisión y no
sabía bien hacia dónde inclinar la balanza. Su mutismo se dilataba
en el tiempo.
-Tómatelo
con calma, tenemos toda la eternidad, pronunció la voz de
ultratumba.
-¡Volver!,
quiero volver. Gritó Zacarías.
La
bebida seguía en la barra, Zacarías la agarraba con fuerza. Había
vuelto, se palpó la ropa, sonaba
de fondo la misma canción
de moda y que no sabía a quien pertenecía. Miró a su alrededor y
sonrió. Cogió el vaso para celebrarlo y escuchó una voz:
-¡No
te tomes esa copa o será la última!.