¡A ver!, gritó muy enfadado el cabeza
de familia. ¿Quien ha cogido mi móvil?.
Los miembros de la casa se miraron de
manera acusadora unos a otros. La madre acechaba a sus hijos con cara
inquisitiva, la hija mayor casi con lágrimas en los ojos gritaba
enfadada porque el mundo iba contra ella, el joven pelirrojo negaba
con la cabeza a la vez que hacía aspavientos con sus brazos. Los gritos, reproches, llantos y quejas se alzaban de manera incontrolada.
Una tonada conocida empezó a sonar en
la habitación, fue casi mágico como hizo callar a todos los
miembros de la familia. Giraron al unísono las cabezas hacia el
octogenario que dormitaba en su hamaca, y que, con un desparpajo
impropio de su edad, se despertó, sacó del bolsillo de la bata el
móvil, movió su dedo sobre la pantalla táctil, y con una jovial
voz dijo “¿Diga?”.
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