El día que llegaste a este mundo se
despedía el otoño, fuiste el último rayo de sol que entró en
casa antes de que llegara el frío invierno. Naciste a tiempo de ver
caer la última hoja del árbol que nos da sombra.
Cuando llegó la primavera ya eras una
niña preciosa, el verano jugó contigo tanto ese año, que tu piel
quedó bronceada para siempre. El agua helada del arrollo perfiló tu
albugnea sonrisa, y las cálidas noches estrelladas, dieron color a
los fanales que miran todo con curiosidad.
Tu cuerpo fue moldeado entre los valles
del paraíso, para llegar a convertirte en la máxima excelsitud de la
naturaleza.
Desde la atalaya de mi existencia,
contemplo tu ir y venir y me congratulo de conocerte. Es todo un arregosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario