Sentada en el jardín contemplaba
absorta como caían una tras otras las hojas del árbol. Cada día se
repetía el mismo ritual. Las enfermeras la abrigaban, la sentaban en
su silla de ruedas y la sacaban a que el sol calentase sus longevos
huesos. Nadie supo jamás nada de su vida, nunca le preguntaron quien
era o de donde venía, ella era una hoja más de aquel árbol llamado
vida que caería cuando le llegase su Otoño.