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viernes, 25 de septiembre de 2009

El reloj

Tic, Tac, Tic, Tac, el reloj marca sus horas
Tic, Tac, Tic, Tac, siempre sigue la misma ruta
Tic, Tac, Tic, Tac, inexorable en su caminar
Tic, Tac, Tic, Tac, repite dos veces al día su andar,
catorce a la semana y setecientos treinta al año, sin parar.

La mujer tiene su reloj Biológico,
El hombre, el hombre tiene a la mujer.
Tic, Tac, Tic, Tac, el tiempo pasa y nos hacemos mayores
Tic, Tac, Tic, Tac, cuando la manecilla pasa ya no vuelve a pasar más por el mismo sitio
sin embargo, repite su caminar.
Complejo es el tiempo que avanza en su repetición
y Yo, yo con fecha de caducidad contemplo el tiempo pasar

Cuando miramos hacia atrás, solo podemos ver lo que dejamos sin terminar
sin embargo, el reloj siempre acaba igual
no para de repetir sin parar.

¡Coño!, la hora de comer.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Trio

Narrador:
Aquel cuerpo experto provocaba en la joven todo tipo de sensaciones, las cálidas manos acariciaban la tersa piel de la juventud, se deslizaban por el cuello y su espalda, tan solo la rozaba con la yema de los dedos dejando que los olores despertaran en ella sensaciones jamás sentidas, sus palabras, susurradas al oído iban derribando todas las barreras que pudieran surgir, se besaron y se fundieron en un solo ser.

Ella:
No era la primera vez que estaba con un hombre, es más, tenía una dilatada experiencia pero siempre con chicos de su edad o algo mayor, este casi le doblaba en edad. Ummm, que manos más suaves, me hace cosquillas, vaya, que cosas más bonitas me dice, ¿Soy una que...?, ¿Que habrá querido decir?, será algo bueno, ummm, que labios más apetitosos, besa bien, ¿ya?, ¿ya terminó?, bueno esperemos el segundo...¡No hay más!...

El:
Vaya cosa bonita, que suerte la mía, que piel mas suave, que tersa, me encanta, debo controlarme, ya estoy excitado, le diré cositas al oído a ver si así se me baja, vaya, la besaré,...uff apenas aguanto más, ¡Dios!, bueno, le daré charla dos o tres horas a ver si me recupero...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La asesina de ojos bondadosos


Hoy, hace tiempo que debí hacerlo, os hablaré de un libro que fue Premio Diputación de Jaen a escritores Noveles (2007), escrito por Felisa Moreno Ortega, una Jiennense con palabra.

Mi historia con este libro es muy sencilla, navegando por la red, buscando libros interesantes que leer, topé con una bloguera que había ganado un premio; en el enlace de abajo podéis acceder hasta el primer capítulo del libro, que tras leerlo me dio buenas vibraciones, se lo encargué a la autora directamente tras intentar hacerlo a través de la delegación de cultura de la Diputación de Jaén. (Aún espero respuesta) y esta(la autora), no solo me mandó 3 ejemplares que encargué, sino que me los dedicó con sabias palabras. Gracias de nuevo Felisa por tus dedicatorias.
El libro; Os diré mis sensaciones al leer la novela, al principio de esta, la novela se te hace distante, al igual que la protagonista, el lector siente que algo no va bien, creo que narra tan bien esas sensaciones de angustia de la periodista que la lectura se te hace muy cuesta arriba. Así mismo, en el momento que la protagonista logra desembarazarse de ese lastre, la novela al igual que ella (la prota) fluye deliciosamente entre los dedos, hoja a hoja vas necesitando devorar el devenir de la historia y quedas enganchado a una trama muy bien contada y narrada con una exquisita habilidad.
No me queda más que deciros que compréis y leáis este libro que no os dejará indiferentes. Podeis hacerlo desde este enlace:

http://felisamorenoortega.blogspot.com/2008/08/la-asesina-de-ojos-bondadosos.html

viernes, 18 de septiembre de 2009

Concurso: Un Mueble una historia

La Silla


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En el salón de aquella nueva casa, María no podía dejar de fijarse en la silla del rincón, de estilo colonial, tapizada en color cereza desentonaba con la decoración minimalista. Aquella silla era propia de una casa rodeada de aparadores, cómodas y vitrinas y no junto aquella otra cosa, que resultó ser una lámpara de diseño.
Tuvo un impulso, la silla la invitaba a sentarse, así lo hizo para transportarse hasta la casa ideal, se vio rodeada de niños que jugaban en un suelo tupido por una espesa alfombra, paredes adornadas con cuadros. Contempló la calidez que desprendían todos los muebles, se sentía bien, muy bien, cerró los ojos...
¡María, María!, se sobresaltó, su novio Juan la cogía por los hombros.
¿Que pasa? , logró balbucear
Juan la miró y sonrió, aquella sonrisa era lo que más le gustaba de su atractivo amante
- Te has dormido.
María volvió a ver aquellas blancas paredes salpicadas de modernos muebles y le dijo a su novio;
-Cariño, estos muebles están tristes, si nos quedamos con la casa debemos arroparlos y hacer que se sientan bien.
Lo que tú digas amor, mañana iremos a buscar todos los muebles que quieras para que ni ellos ni tú os sintáis solos.

martes, 8 de septiembre de 2009

"Pedagoga, una puntada" Tésalo

Efraín aún no había cumplido los 10 años, era un chico despierto, le gustaba pasear con su abuelo Melquiades y escuchar las interminables historias que este le contaba, lo mejor, los finales. Siempre había una enseñanza en todas aquellas historias que su abuelo le contaba.
Aquel Sábado, nieto y abuelo paseaban por la orilla del mar, contemplaban las olas, el cielo azul, las formas adquiridas por las conchas y guijarros mil veces llevadas y otras tantas devueltas; cuando Melquiades le dijo a su nieto.
-Efraín, cuentame algo.
Efraín quedó enmudecido, atemorizado ante aquella petición de su abuelo, ¿Qué pretendía su abuelo?... quedó callado y siguió admirando todo junto a su abuelo que ya no volvió a hablar más... así pasearon de la mano hasta la hora del regreso, acercándose ya a la casa le dijo su abuelo.
- Gracias Efraín por la lección dada. El nieto le miró con ojos de sorpresa y su abuelo rió...
Hoy hemos descubierto el placer del silencio, una de las mejores enseñanzas que un hombre puede sentir y que no sabe apreciar al carecer de él.

Tobías Tabaco

Aquella era una mañana más de Abril de aquellos cuarenta y tantos años que llevaba Tobías viendo a diario.
La rutina era lo que le mantenía vivo; abría sus ojos antes de que el sol saliese, extendía la mano y se enganchaba al primer cigarro del día... estaría mal decir que era el primer cigarro del día, ya que hasta que no apagaba la luz a las doce de la noche de su boca no se apartaba una colilla. ¡Era el autentico cenicero andante!...
Tobías tenía su piel seca y cetrina, tan gris como el humo que despedía, sus dientes, los poco que quedaban eran amarillos como el queso correoso, con una delgadez extrema y una constante tos que le acompañaban desde que despertaba, Tobías era un despojo humano.
Os podría contar las miles de cosas que le sucedieron a Tobías Tabaco, tan fantásticas como irreales, lo cierto es que nadie pudo jamás convivir con él, estaba solo en el mundo acompañado de su encendedor que guardaba en su bolsillo derecho y que acariciaba a menudo añorando otro tipo de calor.
Su final no fue el de fundirse con un cigarrillo y acabar con sus cenizas esparcidas en una calle gris, su final fue agónico, se le veía pasar con una mascarilla de oxigeno por los pasillos del hospital, arrastrándose hasta los huecos de la escalera para allí a hurtadillas encender algún cigarro y fumárselo ahogandose entre calada y calada.