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viernes, 25 de noviembre de 2011

La cena

Aquella tarde se despidieron como de costumbre, un roce, unas caricias, compartir una cena, un adiós sin despedida...
La mañana soleada parecía tranquila hasta que aquel saco oscuro la envolvió, notó como la elevaban sin aparente esfuerzo e iba a caer en esa celda de rejas. Cuando quiso darse cuenta, estaba casi congelada sobre aquel mármol. Apenas podía respirar y se sentía desorientada y desubicada.
Volvió a perder el conocimiento; Cuando quiso darse cuenta, estaba en un pequeño charco de agua salada, seguía todo oscuro, pero empezaba a notar un cierto calor por su bajo vientre que le producía placer.
Pronto el agua se puso a una temperatura elevada, y seguía aumentando. El agrado se convirtió en malestar. Hizo lo imposible por salir de aquel agujero que resbalaba. Todos sus miembros arañaban las paredes de aquella cuba en un vano y desesperado intento por salir a la superficie.
Cuando el agua estaba hirviendo, logró sacar una pata por la tapadera de aquella olla y contemplar vagamente una cara de satisfacción al ver como su cena se cocía.
Aquella tarde, la nécora buscó inútilmente a su compañera de juegos.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Minulandia: paraguas

En Minulandia, los paraguas vivían en la calle, apoyados contra paredes, colgando de ramas de árboles o dejados caer en farolas o bancos...Así cuando llovía, los habitantes de este diminuto país, solo tenían que alargar la mano y abrir uno de esos paraguas para protegerse de la lluvia. Cuando escampaba o llegaban a un destino, solo tenían que volver a dejarlos apoyados en la pared.
Un día, pregunté por esta curiosa costumbre, y uno de sus habitantes me dijo que ellos no eran nadie para tener hacinados y prisioneros a los paraguas en paragüeros...

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Eternidad

El tibio sol otoñal calentaba los huesos de aquella pareja de ancianos. Paseaban por la orilla de la solitaria playa; allá al fondo el faro, reflejando en su cúpula de cristal los débiles rayos del astro. Las gaviotas volaban rasantes sobre las olas. La brisa marina refrescaba los arrugados rostros vetustos. Sus lentos pasos se marcaban temporalmente en la arena.
Curiosamente, la vuelta se hacía menos pesada de lo acostumbrado, aún seguían cogidos de las manos, pero notaban a cada paso que daban, como la consistencia de sus miembros era mayor. Las arrugas de los rostros se deshacían cuanto más se acercaban a su casa; el pelo recuperaba sus colores ya olvidados, la respiración se hacía más ágil y los pasos más firmes.
Cuando llegaron a la puerta de su casa, se miraron, sonrieron, volvieron la vista hacia lo andado y supieron que disponían de otros treinta años para seguir disfrutando el uno del otro y ambos de todo su alrededor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Descargado

La noche había sido tortuosa, en un sueño horroroso que no le dejaba descansar se había batido en la oscuridad. Inocuos despertares que le hacían más pesarosa la madrugada. Tinieblas en su mente que no se despejaron en el alba.
Al ir a coger su coche en el garaje, unas sombras en movimiento sobre la pared, le llamaron la atención; Pero se sonrió a sí mismo y pensó que serían alucinaciones por lo cansado que estaba al no haber dormido bien.
Atravesaba la ciudad en su vehículo intentando sintonizar una emisora, era raro, no cogía ningún canal a excepción de uno en la que un cura daba un sermón exaltado sobre el fin del mundo.
Colocó un CD de Fito y se sonrió al contemplar el caos establecido más allá del habitáculo de su coche, y lo cómodo que él se sentía en su vehículo. Allí fuera el estrés se masticaba, coches tocando el claxon, madres gritando a hijos que se resistían a la autoridad, parejas enfadadas,...
El cielo daba a todo un aspecto brumoso, en un gris casi oscuro amenazaba descargar agua en cualquier momento.
Cuando quiso darse cuenta, un repetitivo sonido le iba a reventar los oídos, un "piii, piii, piii", se incrustaba en su cerebro. Una grúa daba marcha atrás y se le echaba encima.
Intentó salir del auto, pero la manilla de la puerta no funcionaba, el pánico se apoderó de él y la grúa destrozaba el coche a una velocidad impresionante.
En el momento de ver como el techo le aprisionaba para reventarlo, despertó sentándose en la cama como con un resorte, chorreando en sudor y en un grito ahogado.
Ese día no pudo levantarse, le habían robado toda su energía, estaba totalmente descargado, un vampiro le había dejado seco.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Facebook

Sentada frente al ordenador, controlaba su cuenta de Facebook; Cuidaba su granja y comentaba muros ajenos en un desenfrenado frenesí.
Cuando más absorta estaba, una nueva ventana se abrió y en ella una imagen borrosa fue adquiriendo forma; Un maduro hombre de tez morena, bello rostro y mirada penetrante la observaba.
Sorprendida, se turbó al sentir tan directa mirada de aquel hombre atractivo y que le proporcionaba tanta paz de espíritu.
No atinaba a cerrar la ventana, quizás porque no quisiera dejar de ser observada por tan enigmática figura; Que de vez en cuando esbozaba una sonrisa, que ella cual colegiala devolvía con timidez.
La noche la pasó pegada a la pantalla, observando y siendo observada por aquel extraño...
Tres días después, los bomberos lograron entrar en la habitación, encontrar a una señora de mediana edad sentada frente a un ordenador encendido y en la pantalla, una granja con todos los cultivos secos.
El bombero no pudo resistirse a regar la huerta...

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Picor

Sentado en su butaca leía la novela, atrapado entre sus páginas llevaba horas sin levantar la vista de aquellas letras que le tenían subyugado.
Una gota de sangre dio colorido al negro sobre blanco; se asustó y comenzó a notar un picor exagerado en sus ojos.
Torpemente se frotó los párpados cerrados esperando aliviar esa quemazón, el libro cayó al suelo, abrió los ojos para localizarlo y recogerlo y fue entonces cuando se produjo la explosión. Sus globos se hincharon escapando de la cavidad ocular y reventaron llenando todo de sangre.
Aliviado porque ya no le picaba nada se sentó de nuevo en su orejera. Mientras caía, su sillón abrió unas enormes fauces llenas de dientes y lo devoró.