En el jardín azul había flores diferentes a todas. En el jardín azul habia aromas por nadie nunca sentidas. En el jardín azul habia sonrisas que jamás terminaban. En el jardín azul habia poemas que en su luz se elevaban. En el jardín azul habia un tesoro; estaba el fin del dolor. En el jardín azul estabas tú... estabas tú, y me amabas. (Germán Alexis Gilio)
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jueves, 31 de diciembre de 2015
El último relato del año
Faltaban minutos para las doce, nervisios hablaban algunos sin apenas tomar aire, elevando el sonido de sus voces por encima de los demás...los menos, contaban sus uvas en silencio, absortos en sus mundos y esperando cumplimentar ordenadamente con el ritual anual. Los más jóvenes daban explicaciones a los neófitos, a sabiendas que no mucho tiempo atrás ellos fueron aleccionados. El reloj sigue su curso ajeno a la espectativa creada entorno a él. Alguien manda callar, van a comenzar los cuartos, las primeras campanadas se imponen en el salón, de pronto alguin advierte con un grito seco ¡Ahora! Y el primer !Dong! Silencia al país...once campanadas después devuelve la voz a sus habitantes que lo primero que expresan es un ¡Feliz Año Nuevo!
martes, 22 de diciembre de 2015
La Dama de los Cartularios
El día que llegaste a este mundo se
despedía el otoño, fuiste el último rayo de sol que entró en
casa antes de que llegara el frío invierno. Naciste a tiempo de ver
caer la última hoja del árbol que nos da sombra.
Cuando llegó la primavera ya eras una
niña preciosa, el verano jugó contigo tanto ese año, que tu piel
quedó bronceada para siempre. El agua helada del arrollo perfiló tu
albugnea sonrisa, y las cálidas noches estrelladas, dieron color a
los fanales que miran todo con curiosidad.
Tu cuerpo fue moldeado entre los valles
del paraíso, para llegar a convertirte en la máxima excelsitud de la
naturaleza.
Desde la atalaya de mi existencia,
contemplo tu ir y venir y me congratulo de conocerte. Es todo un arregosto.
viernes, 20 de noviembre de 2015
la vida en rosa
“La vida en Rosa”
Capítulo
I
La
mañana aparecía gris, pronto empezaría a llover. Cristian miraba
la calle a través del cristal de la ventana del salón, por ella una
señora acaba de abrir su paraguas, la lluvia había llegado.
Melancólico, imaginaba los posibles tipos de vida que podría tener
aquella sencilla mujer. Dependienta, oficinista ,limpiadora...
-¡Buenos
días amor!, una humeante taza de café se interponía entre la
melancolía y el chaparrón. Cogió la taza suspendida frente a su
nariz e instaló la cabeza en el pecho de su amor.
-¡Gracias
mi vida!, le dijo mientras sentía el suave tacto de la americana en
su piel. Un beso en su frente fue la respuesta a ese gesto de amor, y
se sentaron en la mesa a degustar el desayuno.
-Ya
tengo los billetes de avión, el Viernes bajamos a Cadiz, ¡Qué
ganas de estar tumbado al sol!, dijo Ismael mientras untaba
mantequilla en la tostada.
-¡Ufff!,
expiró Cristian, no veo el momento de que estemos allí los dos
juntos y -¡Solos!.
Ismael
le dedicó una sonrisa, a él también le apetecía pasar con su
chico unas vacaciones que se presentaban de ensueño, tras un año
complicado, donde por culpa del trabajo y por motivos ajenos a la
pareja, la relación había sufrido mucho; ya era hora que los
agentes externos fuesen beneficiosos en vez de destructivos.
Se
despidieron con un fugaz beso en los labios y Cristian quedó
atrapado en su casa.
El
hogar no era muy grande, se componía de un salón pintado en verde y
rosa, junto a un librero atestado de obras de todo tipo, un pequeño
sofá cubierto con una manta multicolor hecha en pasword, que se
convertía en cama para acoger las visitas; hacía tanto que no venía
nadie a verlo, pensó mientras recogía los restos del desayuno. ¿Qué
habría pasado con todos aquellos amigos de juventud?. Las paredes
todas estaban adornadas con diferentes tipos de cuadros, algunas de
cuerpos masculinos desnudos, otras, directamente mostraban atributos
varoniles en su estado de máxima erección, y las menos, paisajes
bucólicos.
La
cocina era pequeña, apenas cocinaban en ella, la alacena estaba
rellena de embutidos, quesos y una bodega decente. En la casa solo
hacían el desayuno y la cena, ya que ambos almorzaban fuera. Los
días que eran festivos, pedían la comida a domicilio.
El
resto del hogar lo componía el amplio dormitorio y un cuarto de aseo
con bañera, ya que él mismo había solicitado esa única condición
el día que decidieron buscar un apartamento para los dos. Disfrutaba
de baños de agua caliente hasta que su blanquecina piel adquiría el
color rosáceo del salmón.
La
mañana la dedicaría a preparar las maletas, no quería dejarse nada
en casa que pudiera necesitar en la playa. Aún era Lunes, pero su
naturaleza maniática, le obligaba a tenerlo todo controlado con
bastante antelación.
Una
hora después, Cristian estaba tumbado desnudo sobre la cama, boca
arriba, observando el cielo a través del amplio ventanal e imaginándose
flotando en el mar. El sonido de la puerta le sobresaltó. ¿Quien
sería?.
Se
colocó una toalla en la cintura mientras recorría el pasillo dando
pequeños saltitos. Se asomó a la mirilla y solo pudo ver un enorme
paquete. Abrió un poco la puerta y escuchó la voz de un hombre
joven decir:
-¿Don
Cristian Mayo?, a la vez que pronunciaban su nombre, la cara de un
joven asomaba tras aquel enorme paquete.
-Soy
yo, se presentó Cristian, que a pesar de superar los cuarenta
mostraba un torso digno de las esculturas de Miguel Ángel, abriendo
del todo la puerta y mostrándose como un pavo real.
-¡Este
paquete es para usted!, dijo el joven deseando soltar la carga.
-¡Me
encantan los paquetes grandes!, soltó el dueño de la casa al joven,
con la mal sana intención de provocar.
-¿Puede
usted firmar aquí?, dijo azaroso el muchacho, que no veía el
momento de escapar de las garras de aquel hombre que no es que se
insinuara, sino que lo acosaba.
-¡
Te firmo donde tu quieras, guapo!. Dado el primer mordisco y
saboreada la sangre, no iba a dejarla escapar su presa tan
fácilmente.
Una
vez que el chico tuvo el albarán en su mano, ni se despidió, cogió
las escaleras y en un tris se perdió de la vista de Cristian. Este
sonrió tras el aprieto en el que acababa de poner al joven. Le
encantaba poner de los nervios a los jóvenes.
Colocó
el enorme paquete sobre la mesa y se sentó en el sofá a contemplar
aquella caja cuadrada envuelta en papel de regalo rojo y adornada con
un lazo enorme dorado.
¿Qué
sería?, ¿Quién le enviaría aquel regalo?, los nervios se
apoderaban de él mientras dilucidaba de qué se trataría.
Aquella
manía la tenía, como tantas otras, desde su más tierna infancia.
La gente comentaba como algo anormal y sorprendida de como se llevó
una semana con un regalo cerrado sobre una mesa, mirándolo sin
abrir.
Nadie
entendía que él disfrutaba cada instante de aquellos presentes, aún
sin abrir. Cristian siempre decía que lo importante no era el regalo
en sí, sino quien hacía el regalo, por ello, el gozo que le
producía imaginarse a esa persona buscando el regalo, comprándolo y
envolviéndolo, le producía un placer tal, que el hecho de abrirlo
era romper el cordón umbilical que lo unía con esa persona. ¿Y que
madre no disfrutaba de su hijo mientras estaba en su interior...?.
El
reloj de la cocina marcó las doce de la mañana. -¡Dios mio!, dijo
en voz alta. -¿Tan tarde es?, continuó hablando para sí mismo.
Corrió
hacia el dormitorio y comenzó a vestirse, un traje de chaqueta de
color burdeos, camisa negra, zapatos a juego y un
pañuelo anudado en el cuello de color mostaza. Su daltonismo hacía
que combinase los colores de manera muy particular, pero lo que
pensarán los demás de su estilismo se la traía al pairo.
Quince
minutos más tarde estaba pidiendo un taxi para que lo llevase al
taller de su buen amigo y socio, Risco.
Risco
era un pintor que pudo haber pisado el olimpo de los artistas, pero
prefirió quedarse unos escalones por debajo. Su antropofóbia
diagnósticada, le había llevado a tener una vida asceta, con el
único nexo de unión al resto del mundo de su amigo de infancia
Cristian.
viernes, 13 de noviembre de 2015
La princesa de zapatos azules
La princesa de zapatos azules vivía en lo alto del torreón de ladrillos rojos, rodeada de lacayos y sirvientas, todos pendientes de cumplir los deseos de la niña de pelo dorado como el sol. Pero la joven princesa lo único que anhelaba era poder salir de aquel torreón y recorrer mundo.
-Papá tengo frío, decía la pequeña Marga mientras su padre la acurrucaba aún más entre sus brazos intentando protegerla de un frío y una humedad que calaba hasta los huesos. Una mirada de impotencia en la oscura noche se perdió en los ojos color esmeralda de su bella mujer....
La barca iba atestada de personas, todos en silencio, algún murmullo indescifrable se ahogaba tras el golpe de las olas contra la goma de la lancha.
-Pronto estaremos en tierra, en una casa con chimenea y juguetes mi amor....procuraba calmar el aflijido padre a la inocente criatura, que trataba de calentarse vanamente con las cálidas palabras de su amado padre.
Cerró sus ojos para ver a la princesa de zapatos azules, y decirle que el mundo no era tan bello, que a ella le gustaría estar en el torreón rojo, tener zapatos azules y vivir sin miedo junto a sus padres, lacayos y sirvientas.
Una ola hizo volcar la barca, el agua se tragó de golpe a la mitad de los pasajeros, la hipotermia iría matando lentamente a los que sabían nadar y gritaban nombres de personas queridas para tenerlas localizadas en un vano intento de aferrarse a un sufrimiento que se prolongaría algunas horas más....
Marga seguía agarrada a su padre, ambos se hundían en el oscuro mar, pronto todo acabaría, pero algo faltaba, la niña abrió sus ojos verdes y allí estaba, su madre desesperada buceaba hasta ellos, para en un último esfuerzo agarrar a su familia y tratar de sacarlos a la superficie...
-¡Apaga la televisión!, ¿Cómo pueden ponernos tan temprano esas imágenes?.
-Claudia miraba la televisión mientras los cereales flotaban en la leche, la imagen en la orilla de un amasijo de cuerpos en los que se distinguían claramente unos ojos verdes la dejaron catatónica.
-¡Niña!, dijo la madre a la vez que apagaba la televisión, termina el desayuno que llegas tarde al colegio....
-Papá tengo frío, decía la pequeña Marga mientras su padre la acurrucaba aún más entre sus brazos intentando protegerla de un frío y una humedad que calaba hasta los huesos. Una mirada de impotencia en la oscura noche se perdió en los ojos color esmeralda de su bella mujer....
La barca iba atestada de personas, todos en silencio, algún murmullo indescifrable se ahogaba tras el golpe de las olas contra la goma de la lancha.
-Pronto estaremos en tierra, en una casa con chimenea y juguetes mi amor....procuraba calmar el aflijido padre a la inocente criatura, que trataba de calentarse vanamente con las cálidas palabras de su amado padre.
Cerró sus ojos para ver a la princesa de zapatos azules, y decirle que el mundo no era tan bello, que a ella le gustaría estar en el torreón rojo, tener zapatos azules y vivir sin miedo junto a sus padres, lacayos y sirvientas.
Una ola hizo volcar la barca, el agua se tragó de golpe a la mitad de los pasajeros, la hipotermia iría matando lentamente a los que sabían nadar y gritaban nombres de personas queridas para tenerlas localizadas en un vano intento de aferrarse a un sufrimiento que se prolongaría algunas horas más....
Marga seguía agarrada a su padre, ambos se hundían en el oscuro mar, pronto todo acabaría, pero algo faltaba, la niña abrió sus ojos verdes y allí estaba, su madre desesperada buceaba hasta ellos, para en un último esfuerzo agarrar a su familia y tratar de sacarlos a la superficie...
-¡Apaga la televisión!, ¿Cómo pueden ponernos tan temprano esas imágenes?.
-Claudia miraba la televisión mientras los cereales flotaban en la leche, la imagen en la orilla de un amasijo de cuerpos en los que se distinguían claramente unos ojos verdes la dejaron catatónica.
-¡Niña!, dijo la madre a la vez que apagaba la televisión, termina el desayuno que llegas tarde al colegio....
viernes, 30 de octubre de 2015
HALLOBLOGWEEN 2015 - ¿LOS ZOMBIES HAN MUERTO?
Un año más, acudo a la cita de mi amiga Teresa Cameselle y su certamen de microrelatos, el título de la entrada lo dice todo, así que no me demoro más y os escribo mi micro-relato.
ORIGEN
-¿Abuelo, que son los Zombies?, preguntó el pequeño Jonás, mientras leía un cuento tumbado en la alfombra, a su anciano abuelo.
El barbudo hombre daba caladas a una pipa sin tabaco, y se mecía frente a la chimenea en una mecedora tan vieja como él, se demoró en contestar.
-Hace mucho, mucho tiempo, comenzó a hablar el vejestorio, arrastrando su mirada a esos años atrás. A las personas que contraían una enfermedad llamada lepra, las confinaban en una isla abandonada. Allí estaban condenados a morir, pero lejos de eso, comenzaron a comerse unos a otros para sobrevivir. Pero lo que sobrevivió en ellos fue una nueva enfermedad que los convirtió en unos seres a los que llamaron muertos vivientes.
La puerta se abrió de golpe, una joven entró aterrada, hombre y niño miraron a la muchacha que acababa de violentar su hogar.
Un grito salió de la adolescente garganta, abuelo y nieto se dirigieron hacia la chica, la cena acababa de ser servida.
ORIGEN
-¿Abuelo, que son los Zombies?, preguntó el pequeño Jonás, mientras leía un cuento tumbado en la alfombra, a su anciano abuelo.
El barbudo hombre daba caladas a una pipa sin tabaco, y se mecía frente a la chimenea en una mecedora tan vieja como él, se demoró en contestar.
-Hace mucho, mucho tiempo, comenzó a hablar el vejestorio, arrastrando su mirada a esos años atrás. A las personas que contraían una enfermedad llamada lepra, las confinaban en una isla abandonada. Allí estaban condenados a morir, pero lejos de eso, comenzaron a comerse unos a otros para sobrevivir. Pero lo que sobrevivió en ellos fue una nueva enfermedad que los convirtió en unos seres a los que llamaron muertos vivientes.
La puerta se abrió de golpe, una joven entró aterrada, hombre y niño miraron a la muchacha que acababa de violentar su hogar.
Un grito salió de la adolescente garganta, abuelo y nieto se dirigieron hacia la chica, la cena acababa de ser servida.
jueves, 29 de octubre de 2015
El Rajado
Capítulo I
-¡Es imposible que podamos sortear el arrecife!, informó la veterana Simona segunda de abordo a la Capitana Mariela.
Mariela, sin dejar de mirar al arrecife, que se aproximaba a gran velocidad, dijo en una voz tenue como el atardecer y con una seguridad que si fuesen plomo las habría llevado al fondo del mar por el tonelaje que pesaban.
-¡Pasaremos!. Acto seguido, y poniendo el registro de su voz por encima de la tormenta gritó a todas sus marineras.
- ¡A estribor!, ¡Todas a estribor!. Las mujeres, curtidas en el mar, y acostumbradas a acatar las ordenes de su jefa sin rechistar, se lanzaron en tropel hacia el lado del barco, haciendo que este se inclinase hacia esa banda con tal virulencia, que el cabello de las que lo llevaban suelto, se mojaban con el salado mar.
Cuando el barco rasgó con su quilla las rocas del islote mayor, y pasó entre Los Alijos, nadie daba crédito. Muchas pensaron que se ahogarían allí, en medio del océano, partido su barco al embestir a aquellos islotes colocados en medio del mar por los Diablos para llevarse el alma de quien se atreviese a navegar por los mares.
Un segundo más y el barco zozobraría, Mariela, consciente de ello, volvió a gritar dejando sus pulmones vacíos.
- ¡A sus puestos!, ¡Izad la Mayor!.
"El Rajado", surcaba el mar nuevamente, escapando de la tormenta.
-¡No podemos permitir que un grupo de mujeres saqueen los barcos del Rey!, el hombre que pronunciaba estas palabras, vestía una desgastada túnica confeccionada con tela de saco.
- Ni los grupos de hombres, dijo un hombre vestido con ricas telas que presidía la mesa. -Los barcos del Rey son sagrados. Dijo con suficiencia.
Una furibunda mirada salió de los ojos del clérigo, que a sabiendas de que quien le había corregido no era otro más que el comendador, hijo del hermano del Rey y máxima autoridad en la zona, se mordió la lengua y musitó un:
- Por supuesto señor, dejando claro que el único hombre sentado en la sala era el que mayor rango y poder poseía.
- No tenemos barcos ni hombres suficientes para cubrir toda la costa señor. El que ahora hablaba no era otro que Don Francisco de las Altas Cumbres, jefe de todas las milicias ubicadas en el Nuevo Mundo.
- Ofreced recompensa, dijo el sobrino del Rey con la suficiencia de quien tiene una idea genial y con ella se acabarán los problemas. Por cada pirata de bajo rango, ofreceremos 100 gramos de oro, por cada oficial, un Kilogramo, por cada Capitán, 10 Kilogramos de oro, y por cada Barco pirata entregado en condiciones a la corona, se le otorgará un título nobiliario y 50 Kilos de Oro.
-¿Sabe usted cuantos piratas falsos van a ser entregados a cambio de ese oro?, se atrevió a decir el jefe de la milicia.
La prudencia no era precisamente una virtud de la que pudiera presumir este hombre, que si no hubiese estado bien protegido por su apellido y una fortuna, no tanto económica como la otorgada por el azar, su cabeza hubiese rodado hacía mucho.
- Pues si usted no es capaz de hacer su trabajo, que lo hagan otros, que seguro lo realizarán con mayor efectividad. Sentenció molesto el comendador.
-¡Es imposible que podamos sortear el arrecife!, informó la veterana Simona segunda de abordo a la Capitana Mariela.
Mariela, sin dejar de mirar al arrecife, que se aproximaba a gran velocidad, dijo en una voz tenue como el atardecer y con una seguridad que si fuesen plomo las habría llevado al fondo del mar por el tonelaje que pesaban.
-¡Pasaremos!. Acto seguido, y poniendo el registro de su voz por encima de la tormenta gritó a todas sus marineras.
- ¡A estribor!, ¡Todas a estribor!. Las mujeres, curtidas en el mar, y acostumbradas a acatar las ordenes de su jefa sin rechistar, se lanzaron en tropel hacia el lado del barco, haciendo que este se inclinase hacia esa banda con tal virulencia, que el cabello de las que lo llevaban suelto, se mojaban con el salado mar.
Cuando el barco rasgó con su quilla las rocas del islote mayor, y pasó entre Los Alijos, nadie daba crédito. Muchas pensaron que se ahogarían allí, en medio del océano, partido su barco al embestir a aquellos islotes colocados en medio del mar por los Diablos para llevarse el alma de quien se atreviese a navegar por los mares.
Un segundo más y el barco zozobraría, Mariela, consciente de ello, volvió a gritar dejando sus pulmones vacíos.
- ¡A sus puestos!, ¡Izad la Mayor!.
"El Rajado", surcaba el mar nuevamente, escapando de la tormenta.
-¡No podemos permitir que un grupo de mujeres saqueen los barcos del Rey!, el hombre que pronunciaba estas palabras, vestía una desgastada túnica confeccionada con tela de saco.
- Ni los grupos de hombres, dijo un hombre vestido con ricas telas que presidía la mesa. -Los barcos del Rey son sagrados. Dijo con suficiencia.
Una furibunda mirada salió de los ojos del clérigo, que a sabiendas de que quien le había corregido no era otro más que el comendador, hijo del hermano del Rey y máxima autoridad en la zona, se mordió la lengua y musitó un:
- Por supuesto señor, dejando claro que el único hombre sentado en la sala era el que mayor rango y poder poseía.
- No tenemos barcos ni hombres suficientes para cubrir toda la costa señor. El que ahora hablaba no era otro que Don Francisco de las Altas Cumbres, jefe de todas las milicias ubicadas en el Nuevo Mundo.
- Ofreced recompensa, dijo el sobrino del Rey con la suficiencia de quien tiene una idea genial y con ella se acabarán los problemas. Por cada pirata de bajo rango, ofreceremos 100 gramos de oro, por cada oficial, un Kilogramo, por cada Capitán, 10 Kilogramos de oro, y por cada Barco pirata entregado en condiciones a la corona, se le otorgará un título nobiliario y 50 Kilos de Oro.
-¿Sabe usted cuantos piratas falsos van a ser entregados a cambio de ese oro?, se atrevió a decir el jefe de la milicia.
La prudencia no era precisamente una virtud de la que pudiera presumir este hombre, que si no hubiese estado bien protegido por su apellido y una fortuna, no tanto económica como la otorgada por el azar, su cabeza hubiese rodado hacía mucho.
- Pues si usted no es capaz de hacer su trabajo, que lo hagan otros, que seguro lo realizarán con mayor efectividad. Sentenció molesto el comendador.
lunes, 26 de octubre de 2015
El doctor Terminal
Horacio era un tipo anodino, su vida transcurría entre la mesa colocada de cara a la pared, en la esquina más sombría de una oficina bancaria.
Llegaba siempre el primero al banco y se iba el último, así se ahorraba tener que hablar con nadie. Solo se comunicaba lo sucinto para sobrevivir.
Odiaba los puentes, las vacaciones, todo aquello que perturbara su rutina. Por eso, aquella mañana de Octubre que se despertó con un fuerte dolor de estómago, nadie acudió a socorrerle.
Tuvo la inmensa suerte que era un Lunes cualquiera de su triste vida, y que su no asistencia al trabajo escamó a su superior que llamó repetidamente a su casa.
Un simple
-¡Me encuentro mal!, ¡Ayuda!.
Bastó para que Don Federico activase el protocolo de salvamento, y una ambulancia se personase en la vivienda de Horacio. Ante la imposibilidad de entrar, llamaron a la policía, estos a los bomberos, y así, en la calle Avenida del espíritu santo número 64, se montó tal guirigai, que Horacio casi se muere de la vergüenza antes que del dolor.
- Tiene usted una enfermad de las llamadas "raras", dijo el doctor sin mirarle a los ojos, atento a los papeles que sujetaba con ambas manos.
Horacio lo miraba desde la cama, entubado e inmóvil.
- Su vida se limitará desde ahora a beber agua y comer verduras, nada de grasas, nada de alcohol, nada de hidratos de carbono, nada de legumbres, nada de sal, nada de azúcar, nada de nada.
La primera mirada que le dirigió el doctor "Terminal" por encima de sus lentes hizo que Horacio se empequeñeciera.
-¿Ha entendido usted?, si ingiere algo de esto, no durará ni dos días.
No esperó ni a que el paciente le contestase, giró sus talones de forma marcial, y salió de su habitación.
El silencio volvió a apoderarse de la estancia, solo roto por la respiración artificial conectada a su compañero de habitación. La última cama estaba vacía.
Creyó que su fin era aquel, cuando escuchó a una de las enfermeras dirigirse a otra en voz baja, pensando que dormía.
-Pobre, le ha tocado el doctor "Terminal"
-¿Doctor "Terminal"?, preguntó inocentemente su compañera.
-¡Cómo se nota que eres nueva!, le contestó en forma de reproche,
-Le llamamos así porque es el último medico que tienen los pacientes...ninguno sobrepasa la semana.
No pudo ver la cara de susto y pena que puso la sanitaria, pero pudo sentirla tras sus párpados sellados.
Cinco días después, un enjuto Horacio recibía el alta. El único placer que tenía en su vida, que era la cocina y el buen comer, también le habían sido arrebatados.
Aquella noche no podía dormir, una semana desde su ingreso en el hospital....como pasaba el tiempo. El doctor "Terminal" había acertado en su pronóstico, con lo cual Horacio era la excepción que confirmaba la regla.
Sus pensamientos iban y venían, ¡Qué desperdicio de vida!, cuando podía no hice, ahora que no puedo quiero hacer....Así con estos reproches le sobrevino la modorra y cayó en los brazos de Morfeo.
La mañana era soleada, estupenda, la antítesis del interior de Horacio. El desayuno, compuesto de un vaso de agua y una col hervida se le quedaron mirando.
Allí estaba Horacio, vestido con la ropa que le caía por el cuerpo como el pellejo sobrante del gordo que fue mirando y siendo observado por la col y el vaso de agua.
Arrastró la silla y salió de la casa sin cerrar tan siquiera la puerta. En el primer bar que encontró entró y se atiborró de dulces, panes, embutidos, café,....
Dos horas más tarde se enfrentaba a una paella para cuatro, un surtido de pescados fritos, una tabla de queso, dos botellas de vino de la Ribera del Duero y varias jarras de cervezas.
La noche pensó que debería hacer la cena más ligera, y tan solo comió dos pizzas familiares.
Llegaba siempre el primero al banco y se iba el último, así se ahorraba tener que hablar con nadie. Solo se comunicaba lo sucinto para sobrevivir.
Odiaba los puentes, las vacaciones, todo aquello que perturbara su rutina. Por eso, aquella mañana de Octubre que se despertó con un fuerte dolor de estómago, nadie acudió a socorrerle.
Tuvo la inmensa suerte que era un Lunes cualquiera de su triste vida, y que su no asistencia al trabajo escamó a su superior que llamó repetidamente a su casa.
Un simple
-¡Me encuentro mal!, ¡Ayuda!.
Bastó para que Don Federico activase el protocolo de salvamento, y una ambulancia se personase en la vivienda de Horacio. Ante la imposibilidad de entrar, llamaron a la policía, estos a los bomberos, y así, en la calle Avenida del espíritu santo número 64, se montó tal guirigai, que Horacio casi se muere de la vergüenza antes que del dolor.
- Tiene usted una enfermad de las llamadas "raras", dijo el doctor sin mirarle a los ojos, atento a los papeles que sujetaba con ambas manos.
Horacio lo miraba desde la cama, entubado e inmóvil.
- Su vida se limitará desde ahora a beber agua y comer verduras, nada de grasas, nada de alcohol, nada de hidratos de carbono, nada de legumbres, nada de sal, nada de azúcar, nada de nada.
La primera mirada que le dirigió el doctor "Terminal" por encima de sus lentes hizo que Horacio se empequeñeciera.
-¿Ha entendido usted?, si ingiere algo de esto, no durará ni dos días.
No esperó ni a que el paciente le contestase, giró sus talones de forma marcial, y salió de su habitación.
El silencio volvió a apoderarse de la estancia, solo roto por la respiración artificial conectada a su compañero de habitación. La última cama estaba vacía.
Creyó que su fin era aquel, cuando escuchó a una de las enfermeras dirigirse a otra en voz baja, pensando que dormía.
-Pobre, le ha tocado el doctor "Terminal"
-¿Doctor "Terminal"?, preguntó inocentemente su compañera.
-¡Cómo se nota que eres nueva!, le contestó en forma de reproche,
-Le llamamos así porque es el último medico que tienen los pacientes...ninguno sobrepasa la semana.
No pudo ver la cara de susto y pena que puso la sanitaria, pero pudo sentirla tras sus párpados sellados.
Cinco días después, un enjuto Horacio recibía el alta. El único placer que tenía en su vida, que era la cocina y el buen comer, también le habían sido arrebatados.
Aquella noche no podía dormir, una semana desde su ingreso en el hospital....como pasaba el tiempo. El doctor "Terminal" había acertado en su pronóstico, con lo cual Horacio era la excepción que confirmaba la regla.
Sus pensamientos iban y venían, ¡Qué desperdicio de vida!, cuando podía no hice, ahora que no puedo quiero hacer....Así con estos reproches le sobrevino la modorra y cayó en los brazos de Morfeo.
La mañana era soleada, estupenda, la antítesis del interior de Horacio. El desayuno, compuesto de un vaso de agua y una col hervida se le quedaron mirando.
Allí estaba Horacio, vestido con la ropa que le caía por el cuerpo como el pellejo sobrante del gordo que fue mirando y siendo observado por la col y el vaso de agua.
Arrastró la silla y salió de la casa sin cerrar tan siquiera la puerta. En el primer bar que encontró entró y se atiborró de dulces, panes, embutidos, café,....
Dos horas más tarde se enfrentaba a una paella para cuatro, un surtido de pescados fritos, una tabla de queso, dos botellas de vino de la Ribera del Duero y varias jarras de cervezas.
La noche pensó que debería hacer la cena más ligera, y tan solo comió dos pizzas familiares.
martes, 1 de septiembre de 2015
Juan Amorós y el Extraño caso de las alcaparras
La mañana empezaba a la una de la tarde, nadie en su sano juicio se levantaría antes. Siempre dije que quien quisiera ver un amanecer que no se acostase hasta verlo. ¿Qué coño era eso de levantarse para contemplar un amanecer?, con lo bien que se veía junto a una mujer tras haber estado toda la noche en los bares.
Miré mi cartera de piel de Ubrique, vacía. Ya me gustaría tenerla llena de verdes como la nevera de un vegano. Tenía que ponerme a buscar pasta, los euros no vendrían a llamarme a la puerta. ¿O si?.
Sonó el telefóno, me sorprendía que aún tuviese línea, ya que llevaba meses sin pagarla. -¿Diga?.
-Sí, soy Juan Amorós, ¿con quien hablo?.
-¿Intrascendente?, la cabeza aún no estaba del todo despejada, la cogorza del día anterior me pasaba factura, y no ayudaba a estar despejado los dos días que llevaba sin comer.
-Muy bien, si, tomo nota, dentro de una hora en "La esquina Dorada". Conocía bien el restaurante, de medio-alto postín, quien me llamaba no era un cualquiera. Me asearía e iría a ver quien era el misterioso hablante, que quería de mí y de paso llenaría el buche que falta me hacía.
Me duché con agua fría, me afeité con la primera cuchilla que encontré, propinándome algunos cortes en la cara, cogí una camisa y un pantalón limpios, una chaqueta y salí de casa con la sana intención de al menos llenar el estómago.
Antes de salir, cogí el revolver, la navaja, el móvil, las gafas de sol, la cartera y mi reloj de pulsera. No salía sin ellos de casa.
-¡Coño, las llaves!...casi las olvido dentro. Al salir me topé con María, una soltera de treinta años de muy ben ver y que a veces me había beneficiado. La salude y noté como me miró de arriba abajo con cara lasciva. Le sonreí y le pedí un cigarro, a la vez que me disculpaba de ir de esta guisa, excusándome y explicando que iba a una entrevista de trabajo. Una vez conseguido el pitillo, salí corriendo escalera abajo maldiciendo mi nombre por ser tan tonto de ir dando explicaciones sin que me la pidieran.
Al llegar a la calle, le pedí fuego a un chico que pasaba con un porro en la mano. Malditos jóvenes dije, todo el día enganchados a esta mierda.
Llegué al bar y me senté en la barra, eran pasadas las dos, me pedí un whisky.
-Espero que el de la llamada no me falle, porque a ver si no quien va a pagar esta copa. Pensé mientras le daba un buen sorbo.
Aún no había dejado el vaso en la barra, cuando una voz femenina me interpeló:
-¿Don Juan Amorós?...
Miré mi cartera de piel de Ubrique, vacía. Ya me gustaría tenerla llena de verdes como la nevera de un vegano. Tenía que ponerme a buscar pasta, los euros no vendrían a llamarme a la puerta. ¿O si?.
Sonó el telefóno, me sorprendía que aún tuviese línea, ya que llevaba meses sin pagarla. -¿Diga?.
-Sí, soy Juan Amorós, ¿con quien hablo?.
-¿Intrascendente?, la cabeza aún no estaba del todo despejada, la cogorza del día anterior me pasaba factura, y no ayudaba a estar despejado los dos días que llevaba sin comer.
-Muy bien, si, tomo nota, dentro de una hora en "La esquina Dorada". Conocía bien el restaurante, de medio-alto postín, quien me llamaba no era un cualquiera. Me asearía e iría a ver quien era el misterioso hablante, que quería de mí y de paso llenaría el buche que falta me hacía.
Me duché con agua fría, me afeité con la primera cuchilla que encontré, propinándome algunos cortes en la cara, cogí una camisa y un pantalón limpios, una chaqueta y salí de casa con la sana intención de al menos llenar el estómago.
Antes de salir, cogí el revolver, la navaja, el móvil, las gafas de sol, la cartera y mi reloj de pulsera. No salía sin ellos de casa.
-¡Coño, las llaves!...casi las olvido dentro. Al salir me topé con María, una soltera de treinta años de muy ben ver y que a veces me había beneficiado. La salude y noté como me miró de arriba abajo con cara lasciva. Le sonreí y le pedí un cigarro, a la vez que me disculpaba de ir de esta guisa, excusándome y explicando que iba a una entrevista de trabajo. Una vez conseguido el pitillo, salí corriendo escalera abajo maldiciendo mi nombre por ser tan tonto de ir dando explicaciones sin que me la pidieran.
Al llegar a la calle, le pedí fuego a un chico que pasaba con un porro en la mano. Malditos jóvenes dije, todo el día enganchados a esta mierda.
Llegué al bar y me senté en la barra, eran pasadas las dos, me pedí un whisky.
-Espero que el de la llamada no me falle, porque a ver si no quien va a pagar esta copa. Pensé mientras le daba un buen sorbo.
Aún no había dejado el vaso en la barra, cuando una voz femenina me interpeló:
-¿Don Juan Amorós?...
El Viaje
El golpe había sido tremendo, las cabezas rodaban sobre el anden dejando un reguero viscoso rojo desde la base del cuerpo hasta donde la fuerza centrífuga desplazaba ambas extremidades que entrechocaban y salpicaban más sangre. Los cascos eran los perfectos envoltorios que protegían los inservibles bustos.
Los decapitados cuerpos aún movían brazos y piernas, como una gallina sin cabeza que corre hasta morir desangrada, los monos negros que los envolvían apenas dejaban ver el color primigenio, el rojo lo envolvía todo.
Feliz cumpleaños, rezaba el paquete que sobresalía de la moto enganchada a un quita miedo....
Los decapitados cuerpos aún movían brazos y piernas, como una gallina sin cabeza que corre hasta morir desangrada, los monos negros que los envolvían apenas dejaban ver el color primigenio, el rojo lo envolvía todo.
Feliz cumpleaños, rezaba el paquete que sobresalía de la moto enganchada a un quita miedo....
jueves, 13 de agosto de 2015
Vida
No se si a estas alturas y tras más de 300 post, habré escrito alguno con este título, y tampoco puedo estar seguro de no haber explicado como veo la vida.
Para los que se han incorporado recientemente, os diré, que somo barcos en un gran canal lleno de esclusas. Cada vez que pasamos a una nueva, nos acompañan los barcos con los que iniciamos el trayecto, no todos, ya que algunos se van quedando, y conocemos a otros que llegan porque decidieron no avanzar. Así transcurre nuestra existencia. Por eso, no debemos aferrarnos a ningún barco, solo al nuestro y disfrutar del trayecto con cuantos barcos haya en nuestra esclusa en cada momento.
Así transcurre la vida con respecto a las personas que nos rodean en cada momento, ahora, os explicaré como transcurre la existencia de cada ser de manera individual.
Seguimos viajando, ya que la vida no es más que eso, un largo viaje. Individualmente, recorremos una calle llena de muros, un pasillo que para algunos es estrecho y para otros ancho, no sabemos que hay detrás de esos muros, y solo cuando conoces a alguien que habita tras ello, podrás acceder a universos paralelos. Para resumirlo de manera mundana, os diré, que tras los muros hay peñas de carnaval, de fútbol, de Reiki, Yoga, Ballet,.....y hay quien accede a ellos y quien pasa de largo sin nunca preguntarse que pudo haber tras esos muros....
Para los que se han incorporado recientemente, os diré, que somo barcos en un gran canal lleno de esclusas. Cada vez que pasamos a una nueva, nos acompañan los barcos con los que iniciamos el trayecto, no todos, ya que algunos se van quedando, y conocemos a otros que llegan porque decidieron no avanzar. Así transcurre nuestra existencia. Por eso, no debemos aferrarnos a ningún barco, solo al nuestro y disfrutar del trayecto con cuantos barcos haya en nuestra esclusa en cada momento.
Así transcurre la vida con respecto a las personas que nos rodean en cada momento, ahora, os explicaré como transcurre la existencia de cada ser de manera individual.
Seguimos viajando, ya que la vida no es más que eso, un largo viaje. Individualmente, recorremos una calle llena de muros, un pasillo que para algunos es estrecho y para otros ancho, no sabemos que hay detrás de esos muros, y solo cuando conoces a alguien que habita tras ello, podrás acceder a universos paralelos. Para resumirlo de manera mundana, os diré, que tras los muros hay peñas de carnaval, de fútbol, de Reiki, Yoga, Ballet,.....y hay quien accede a ellos y quien pasa de largo sin nunca preguntarse que pudo haber tras esos muros....
sábado, 18 de abril de 2015
La primogénita
Todos en la casa esperaban un varón, que siguiera la dinastía. El llanto inundó la habitación escasamente iluminada. Todo hacía presagiar que el bebe no aguantaría mucho. Escuálido y rojo, emitió un llanto impropio de un ser tan diminuto, parecía que fuese el grito desgarrador de llegar a la vida para irse de prisa. Su madre, al ver que era hembra sintió una punzada de pena, pero pronto vendrían más y serían varones; cogió a su cachorro en brazos y supo desde ese momento que viviría para ella.
La niña crecía en un ambiente de amor y felicidad, mantenía su esquelético cuerpo que no ensanchaba a pesar de las grandes comilonas que despachaba, igualando en la mesa a cualquiera de los más fornidos guerreros de la aldea.
La fragilidad de su cuerpo, contrastaba con la fortaleza de su alma. Así, cuando entregaba su amor lo hacía con plenitud, pero las traiciones las cobraba con total indiferencia, que marchitaban al desterrado.
Aquella fría mañana, mientras recolectaba fresas silvestres junto al acantilado observó como un barco se acercaba a costa. No era conocido, pero con su arrojo natural, se acercó a observar a los extranjeros.
Cuando bajó de aquel navío, sus ojos no pudieron dejar de observarle. Había algo en el que destacaba sobre los demás. Supo en ese momento, que su corazón había dejado de latir en soledad.
Tres días estuvieron acampados a la orilla los foráneos. Recolectando, aprovisionando agua y sin que nadie le prestase atención. Tres días que la joven estuvo observando al joven que había prendado su ser.
Al cuarto día se toparon de bruces, el joven se había alejado del grupo paseando y contemplando la naturaleza, sin pretenderlo se acercó tanto a la muchacha que acabó por sorprenderla.
Sus miradas se congelaron, detenidas ambas en los ojos de sus contrarios. el tiempo se paró, los pájaros dejaron de trinar, el mundo detuvo su marcha para contemplar la imagen de aquellos jóvenes escudriñando sus interiores con la mirada.
El aullido de un lobo los despertó de su ensueño. Ambos corrieron en direcciones opuestas, pero ya habían sucumbido al amor y en su huida se llevaron un pedazo el uno del otro.
Las estrellas de la noche formaba la cara de ella, el perfil de la luna era el vivo reflejo de él.
A la mañana siguiente acudió volando al campamento, su desolación fue total al ver que allí ya no había nadie. Se habían marchado, ¿Sería por ella?¿Se asustarían pensando que ella avisaría a los suyos y ante el temor de la lucha se habían ido?. La pena y la sensación de culpa inundó su ser. Llegó a casa y se encerró en su habitación.
Nadie lograba sacarla de allí, no comía, no se aseaba, su madre y hermanas trataban de animarla, pero ella se negaba a atender a nadie que se acercara.
Dos días después, una algarabía se escuchó en la aldea. Un extranjero se acercaba con un cachorro de lobo que no se despegaba de sus pies. La gente lo rodeaba, el joven avanzaba con paso firme y decidido. Llegó a la puerta de la casa y se quedó esperando. La chica, que lo había visto desde el ventanal se aseo y vistió volando. Cuando se plantó ante el joven, lo único que el chico pudo balbucear fue:
-"para ti"; a la vez que le hacía ofrenda del cachorro de Lobo.
A mi Prima, amiga, hermana Charo Lobo por el día de su cumpleaños.
La niña crecía en un ambiente de amor y felicidad, mantenía su esquelético cuerpo que no ensanchaba a pesar de las grandes comilonas que despachaba, igualando en la mesa a cualquiera de los más fornidos guerreros de la aldea.
La fragilidad de su cuerpo, contrastaba con la fortaleza de su alma. Así, cuando entregaba su amor lo hacía con plenitud, pero las traiciones las cobraba con total indiferencia, que marchitaban al desterrado.
Aquella fría mañana, mientras recolectaba fresas silvestres junto al acantilado observó como un barco se acercaba a costa. No era conocido, pero con su arrojo natural, se acercó a observar a los extranjeros.
Cuando bajó de aquel navío, sus ojos no pudieron dejar de observarle. Había algo en el que destacaba sobre los demás. Supo en ese momento, que su corazón había dejado de latir en soledad.
Tres días estuvieron acampados a la orilla los foráneos. Recolectando, aprovisionando agua y sin que nadie le prestase atención. Tres días que la joven estuvo observando al joven que había prendado su ser.
Al cuarto día se toparon de bruces, el joven se había alejado del grupo paseando y contemplando la naturaleza, sin pretenderlo se acercó tanto a la muchacha que acabó por sorprenderla.
Sus miradas se congelaron, detenidas ambas en los ojos de sus contrarios. el tiempo se paró, los pájaros dejaron de trinar, el mundo detuvo su marcha para contemplar la imagen de aquellos jóvenes escudriñando sus interiores con la mirada.
El aullido de un lobo los despertó de su ensueño. Ambos corrieron en direcciones opuestas, pero ya habían sucumbido al amor y en su huida se llevaron un pedazo el uno del otro.
Las estrellas de la noche formaba la cara de ella, el perfil de la luna era el vivo reflejo de él.
A la mañana siguiente acudió volando al campamento, su desolación fue total al ver que allí ya no había nadie. Se habían marchado, ¿Sería por ella?¿Se asustarían pensando que ella avisaría a los suyos y ante el temor de la lucha se habían ido?. La pena y la sensación de culpa inundó su ser. Llegó a casa y se encerró en su habitación.
Nadie lograba sacarla de allí, no comía, no se aseaba, su madre y hermanas trataban de animarla, pero ella se negaba a atender a nadie que se acercara.
Dos días después, una algarabía se escuchó en la aldea. Un extranjero se acercaba con un cachorro de lobo que no se despegaba de sus pies. La gente lo rodeaba, el joven avanzaba con paso firme y decidido. Llegó a la puerta de la casa y se quedó esperando. La chica, que lo había visto desde el ventanal se aseo y vistió volando. Cuando se plantó ante el joven, lo único que el chico pudo balbucear fue:
-"para ti"; a la vez que le hacía ofrenda del cachorro de Lobo.
A mi Prima, amiga, hermana Charo Lobo por el día de su cumpleaños.
jueves, 26 de marzo de 2015
Violeta
Mi padre era fantástico, todos los meses celebraba mi santo; siempre creí que lo hacía de manera aleatoria, pero ahora me doy cuenta que utilizaba una métrica, como con todo lo que ocurrió en su vida. A ojos foráneos pudiera parecer un loco, pero su única locura era de amor hacia su mujer y hacia mi.
Me llamo Violeta, y comienzo este diario de lo que fue la vida de mi padre, un hombre que nunca dejó de ser un niño.
Mi Abuela Griselda, (según me contaba mi madre, le habían puesto mis bisabuelos ese nombre por una ópera. Aunque ella siempre pensó que lo único Gris en la vida de su suegra era el nombre, ya que, era una hippy encantadora y colorida.) Parió a su hijo en la playa una festiva noche de Julio. Mientras todos bebían, fumaban y cantaban alumbrados por una gran fogata bajo las estrellas, ella y la tía Mildre, que en realidad no tenían parentesco alguno más que una amistad tan íntima que rozaba lo pornográfico, se separaron del grupo para al cabo de unas horas aparecer con un bebe lleno de sangre y arena. Allí mismo lo bautizaron, a petición de mi abuela, con un chorro de ginebra sobre la frente llamando al que a la postre sería mi padre, como: Jendri.
Jendri, derivado andaluz del mítico Jimi Hendrix se crió en un ambiente de amor libre, drogas y música. A los 10 años no sabía hacer la O con un canuto, aunque los canutos sí que los hacía a la perfección. Juan, al que todos llamaban Don Juan, porque era el único con estudios, se interesó por la educación del chico. Todos siempre pensaron que era su padre biológico, aunque nunca se supo la verdad, ya que mi abuela decía que su hijo era fruto del amor universal. Es decir; de aquella orgía estos niños.
Juan, hijo de un industrial catalán, había cursado los estudios de ingeniería naval, y se preocupó que el niño tuviera estudios básico. Dedicaba buena parte del día a enseñarle las cuatro reglas, leer novelas y pasear junto a "su hijo" mientras enseñaba in situ los nombres científicos de las plantas y animales que a su paso encontraban en aquel bosque mediterráneo.
Habló con Griselda, y la convenció de la necesidad de que Jendri fuera escolarizado. Así, a los 12 años, mi padre tuvo su primer contacto con la sociedad.
Me llamo Violeta, y comienzo este diario de lo que fue la vida de mi padre, un hombre que nunca dejó de ser un niño.
Mi Abuela Griselda, (según me contaba mi madre, le habían puesto mis bisabuelos ese nombre por una ópera. Aunque ella siempre pensó que lo único Gris en la vida de su suegra era el nombre, ya que, era una hippy encantadora y colorida.) Parió a su hijo en la playa una festiva noche de Julio. Mientras todos bebían, fumaban y cantaban alumbrados por una gran fogata bajo las estrellas, ella y la tía Mildre, que en realidad no tenían parentesco alguno más que una amistad tan íntima que rozaba lo pornográfico, se separaron del grupo para al cabo de unas horas aparecer con un bebe lleno de sangre y arena. Allí mismo lo bautizaron, a petición de mi abuela, con un chorro de ginebra sobre la frente llamando al que a la postre sería mi padre, como: Jendri.
Jendri, derivado andaluz del mítico Jimi Hendrix se crió en un ambiente de amor libre, drogas y música. A los 10 años no sabía hacer la O con un canuto, aunque los canutos sí que los hacía a la perfección. Juan, al que todos llamaban Don Juan, porque era el único con estudios, se interesó por la educación del chico. Todos siempre pensaron que era su padre biológico, aunque nunca se supo la verdad, ya que mi abuela decía que su hijo era fruto del amor universal. Es decir; de aquella orgía estos niños.
Juan, hijo de un industrial catalán, había cursado los estudios de ingeniería naval, y se preocupó que el niño tuviera estudios básico. Dedicaba buena parte del día a enseñarle las cuatro reglas, leer novelas y pasear junto a "su hijo" mientras enseñaba in situ los nombres científicos de las plantas y animales que a su paso encontraban en aquel bosque mediterráneo.
Habló con Griselda, y la convenció de la necesidad de que Jendri fuera escolarizado. Así, a los 12 años, mi padre tuvo su primer contacto con la sociedad.
jueves, 12 de febrero de 2015
La primera
El agua helada golpeaba el suelo gris, bajo el plástico, veía los pies de los transeúntes pasar; todos llevaban prisa, nadie reparaba en aquella maraña de plásticos y telas amontonadas a un lado de la acera, bajo la cual se cobijaba un pequeño cuerpo humano. Pronto la calle quedó vacía; el agua arreciaba y los canales que se formaban arrastraban todo resto de humanidad por las alcantarillas. Tres horas después, un tímido rayo de sol rompió la atmósfera, y fue cuando ella lo recibió de lleno por ser la única persona que en ese momento estaba en la calle.
martes, 10 de febrero de 2015
Cruel realidad.
Incipientes cambios acechan al universo; Ingleses que trinan, ya que el café gana la partida al té. Las religiones retoman la primera línea de acción, guerra santa lo llaman, repetimos los malos hábitos de los habitantes del planeta azul....¿agua?, poca.....¿tierra?....muerta. Libre es aquel que no acarrea cargas....
- ¡Vicente, deja ya de escribir y cambia a tu hijo, que lleva media hora "cagao"!....
- ¡Vicente, deja ya de escribir y cambia a tu hijo, que lleva media hora "cagao"!....
cri-cri-cri
El grillo, vestido de negro, se tapa con el oscuro manto de la noche para protestar con su repetitivo "cri-cri-cri". Al principio, solapado entre los miles de ruido de la noche, apenas era imperceptible. Cuando Morfeo se fue apoderando de todos los habitantes del lugar, al único que no pudo vencer, fue al grillo cansino, que con su "cri-cri-cri" inundaba todo el espacio, hasta poner al borde de ataques de nervios a todos sus escuchantes. El más impaciente de todos, fue el gato, que cenó grillo y dejó que los habitantes del páramo descansaran el resto de la noche.
viernes, 23 de enero de 2015
Vejez
Aún recuerdo cuando era sensible, mi juventud hacía de mi ser un cuerpo blando, flexible, lleno de vida y desparramando amor por todo mi ser....Ahora, tras los años, me retuerzo como un tronco seco, noto como van crujiendo mis ramas ajadas. Arisco e inhóspito, rehuyo de todo ser vivo....Espero impaciente verme cara a cara con la Parca, ya que ella solo podrá llevarse de mi un leño marchito que arderá eternamente en las llamas del Infierno.
jueves, 22 de enero de 2015
Sueños de una princesa.
Era la hora perdida, donde los borrachos van buscando sus casas al ritmo de canciones desafinadas, y los madrugadores se ocultan bajo gorros, guantes y capas. El Alba, se preparaba para atacar con todas sus fuerzas a la arraigada noche.
Nadia hacía tiempo que andaba en el fogón, calentando agua y preparando las gachas para el desayuno. El pequeño José ya desayunaba desde hacía rato, enganchado a la teta, embutido en unas telas era una prolongación de su afanosa madre, que a sus 31 años, parecía una anciana de 70.
En su mente, bullían miles de historia, que la alejaban de aquella rutina. Soñaba con príncipes y doncellas, dragones, tierras lejanas, minas de oro, aventuras y desventuras de Magos y seres extraños. Siempre con una sonrisa en su rostro, hacía sus tareas físicas, mientras su mente se perdía en ensoñaciones.
Al olor del café acudía Tomas, un fornido cantero, con voz grave y risa estruendosa. Risa que Nadia hacía años había dejado de oír, ya que las obligaciones y el trabajo diario habían silenciado el buen humor de aquella familia.
Nadia hacía tiempo que andaba en el fogón, calentando agua y preparando las gachas para el desayuno. El pequeño José ya desayunaba desde hacía rato, enganchado a la teta, embutido en unas telas era una prolongación de su afanosa madre, que a sus 31 años, parecía una anciana de 70.
En su mente, bullían miles de historia, que la alejaban de aquella rutina. Soñaba con príncipes y doncellas, dragones, tierras lejanas, minas de oro, aventuras y desventuras de Magos y seres extraños. Siempre con una sonrisa en su rostro, hacía sus tareas físicas, mientras su mente se perdía en ensoñaciones.
Al olor del café acudía Tomas, un fornido cantero, con voz grave y risa estruendosa. Risa que Nadia hacía años había dejado de oír, ya que las obligaciones y el trabajo diario habían silenciado el buen humor de aquella familia.
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