Buscar este blog

viernes, 21 de noviembre de 2014

La Crisis de los 40

 Llegados a los cuarenta, los entendidos hablan del padecimiento de una crisis, a la cual la han denominado de una forma harto compleja. "Crisis de los 40". Sí, muy eruditos ellos.

 Pasada la cuarentena, me creo capacitado para hacer un análisis y poder hablar de este fenómeno desde el epicentro del ¿problema?.

 La primera pregunta que me surge es: ¿ Y porqué esta crisis a los 40 años?. Una persona vive de media 80 años, los 10 primeros años nuestra existencia es dependiente, los últimos 10 ni te cuento....salvo contadas excepciones. De los 11  a los 39, complementamos un aprendizaje. Adquirimos una experiencia que, llegado a los 40, analizamos. Así, quien tuvo un grupo de música, volverá a reunirse con cuarentones para dar rienda suelta a sus (quien los conserve) largos cabellos. El futbolista jugará pachangas con los colegas, el actor formará grupos de teatro,.... Todo ello con la satisfacción de corregir fallos y disfrutar de aquello que nos hizo felices siempre en plan amateur.

La gran mayoría, analizamos nuestra media vida, y queremos completar el ciclo aprendiendo todo aquello que se nos quedó en el tintero. Así hay muchos cuarentones aprendiendo a tocar la guitarra, clases de baile, yoga, karate, inglés,....

El problema surge, cuando uno se niega a abandonar aquella etapa de aprendizaje y se quiere instalar en ella en un intento vano de parar el tiempo. Surgen depresiones, fracasos en la pareja, dudas existenciales,.... Superar esta etapa de la vida con más o menos dignidad, dependerá de cada uno.




jueves, 13 de noviembre de 2014

Ella

Sentado en el banco del parque, contemplaba el universo. Si dejaba de respirar un segundo, notaba el crujir del césped al crecer. Inhalaba el aire puro y me sentía pleno, feliz. A lo lejos, una señora se acercaba con paso cansino. En la distancia, y por sus vestimentas, calculaba que superaba los cincuenta con creces. Al ir acortando el espacio, su edad menguaba. Sonó su teléfono y se detuvo frente a mí. En su aproximación, había rejuvenecido veinte años, pero el halo de tristeza y pesadumbre que emanaba, la hacía parecer mucho mayor. Miró su teléfono, estuvo leyendo un buen rato. Su rostro no reflejaba ningún sentimiento. Fría, seca, triste, marchita. Elevó su mano y me pareció con su gesto secar una lágrima. No podría asegurarlo. Guardó su teléfono y continuó la marcha, impregnando el ambiente de una melancolía sin igual.
Elevé mis brazos, plegué mi paisaje y me marché a otra parte.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Alba

 Aquella mañana despertó con la cabeza a punto de estallar, no entendía que diantres le pasaba. La noche debía haber sido mala de solemnidad. Se sentía sucia, cansada, rara por dentro y por fuera. Se dio una larga y cálida ducha que hizo que se desparramara por el desagüe todas aquellas sensaciones desagradables. Ahora un desayuno copioso y a currar, se dijo para sí misma. El día la tuvo muy atareada, de aquí para allá, de un pueblo a otro; bordeando la costa, viendo el mar a tiro de piedra, sentía una necesidad imperiosa de parar el coche y correr por la arena, bañarse en la playa, jugar, ser libre. Pero las obligaciones pesaban más y rehuía con dureza de esos pensamientos.
Llegó pronto a casa y se quedó en el sofá profundamente dormida.
Un ruido en el exterior la despertó de forma sobresaltada. Agudizó el oído, olfateó y corrió hacia la puerta gruñendo y ladrando. Salió a la calle y corrió hacia la playa, la luna llena iluminaba el mar que proyectaba la luz hacia la orilla. El Pastor Alemán se perdió en la noche.
 El Alba la sorprendió dormida en la arena, desnuda, con esa extraña sensación. No sabía donde estaba, se sentía asustada, cuando miró su cuerpo descubrió un extraño tatuaje en el costado, bajo su pecho izquierdo, un nombre quiso adivinar que ponía; No tuvo tiempo de más, una chaqueta de hombre la cubrió aportando un calor que la hizo nuevamente caer dormida.