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miércoles, 18 de mayo de 2011

El Lago

Caía la tarde y en el lago se reflejaban los mortecinos rayos de sol, el Verano entraba despidiendo a una desapacible Primavera.
Junto a su espada, se amontonaban ordenadamente el escudo, la loriga, el pilum y el casco de tosco cuero.
Alejado de su Contubernium, disfrutaba de esos últimos rayos de sol primaveral y de la cena, la principal de sus comidas; compuesta por un mendrugo seco de pan que lograba enternecer mojándolo en las gachas de cereales.
Como buen soldado, daba gracias a los dioses por disfrutar de la vida un día más. Contemplaba la Isla Magiore y como las aves volaban hasta sus nidos. La marcha había sido agotadora, se proponía descansar puesto que al día siguiente entrarían en la historia al derrotar a Anibal y sus mercenarios junto al lago Trasimeno.

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