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miércoles, 30 de julio de 2014

La tía Lucrecia

Me impresionó el entrar en la cocina, el calor era muy agradable, los fogones encendidos desde muy temprano habían realizado la función de caldear la casa a la perfección.  El  olor a puchero me retrajo treinta años atrás, pude volver a ver a la tía Lucrecia , sentada junto al fogón preparando la comida, levantada desde antes de que amaneciera. Siempre canturreando y con una sonrisa en la boca.
Seguía sempiterna en la cocina, sentada en un rincón, el parkinson hacía que moviese todo su cuerpo, pero la mirada perdida en un pensamiento íntimo denotaba que su cabeza ya no estaba en el presente. Arrugada como una pasa ya no cantaba, ya no sonreía, ya no era la tía Lucrecia.

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