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viernes, 13 de noviembre de 2015

La princesa de zapatos azules

 La princesa de zapatos azules vivía en lo alto del torreón de ladrillos rojos, rodeada de lacayos y sirvientas, todos pendientes de cumplir los deseos de la niña de pelo dorado como el sol. Pero la joven princesa lo único que anhelaba era poder salir de aquel torreón y recorrer mundo.
-Papá tengo frío, decía la pequeña Marga mientras su padre la acurrucaba aún más entre sus brazos intentando protegerla de un frío y una humedad que calaba hasta los huesos. Una mirada de impotencia en la oscura noche se perdió en los ojos color esmeralda de su bella mujer....
 La barca  iba atestada de personas, todos en silencio, algún murmullo indescifrable se ahogaba tras el golpe de las olas contra la goma de la lancha.
 -Pronto estaremos en tierra, en una casa con chimenea y juguetes mi amor....procuraba calmar el aflijido padre a la inocente criatura, que trataba de calentarse vanamente con las cálidas palabras de su amado padre.
 Cerró sus ojos para ver a la princesa de zapatos azules, y decirle que el mundo no era tan bello, que a ella le gustaría estar en el torreón rojo, tener zapatos azules y vivir sin miedo junto a sus padres, lacayos y sirvientas.
 Una ola hizo volcar la barca, el agua se tragó de golpe a la mitad de los pasajeros, la hipotermia iría matando lentamente a los que sabían nadar y gritaban nombres de personas queridas para tenerlas localizadas en un vano intento de aferrarse a un sufrimiento que se prolongaría algunas horas más....
 Marga seguía agarrada a su padre, ambos se hundían en el oscuro mar, pronto todo acabaría, pero algo faltaba, la niña abrió sus ojos verdes y allí estaba, su madre desesperada buceaba hasta ellos, para en un último esfuerzo agarrar a su familia y tratar de sacarlos a la superficie...
-¡Apaga la televisión!, ¿Cómo pueden ponernos tan temprano esas imágenes?.
-Claudia miraba la televisión mientras los cereales flotaban en la leche, la imagen en la orilla de un amasijo de cuerpos en los que se distinguían claramente unos ojos verdes la dejaron catatónica.
-¡Niña!, dijo la madre a la vez que apagaba la televisión, termina el desayuno que llegas tarde al colegio....

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