Carta a un amor.
Muy estimada amada.
Me atrevo a escribirte esta carta, porque eres lo que más amo en este mundo, desde la primera vez que te conocí, quedé prendado de ti. Lo quise saber todo; tu procedencia; tus orígenes; tu familia; tu crianza; donde y cómo llegaste a ser lo que eres.
No dudé en atravesar valles, ríos y montañas hasta llegar a tu tierra, verte pasear por esas dehesas de encinas y alcornoques fue sublime, no quisiera parecer atrevido, ni ofenderte si te digo que me enamoró hasta tu manera de andar por esos montes onubenses.
Observarte a lo lejos, con la puesta de sol, cómo marchabas con los tuyos ladera arriba hacia el bosque me llenaba el corazón, ya que sabía, que a la mañana siguiente podría verte llegar al río para tu retozo matutino.
Pasado Febrero alcanzo el orgasmo culinario. Del campo al plato. Es allí dónde con placer y deleite hago realidad mis sueños y te hago mía, nos fundimos en mi boca y rememoro todos esos paseos que diste, esas bellotas y castañas que comiste, siento el frescor de la noche y la calidez del sol invernal en mi boca. Mis dedos, húmedos de ti, vuelven una y otra vez al plato donde luces desnuda, te toco con delicadeza, te llevo una y otra vez hasta mis labios que se abren para notar el roce del flujo que desprendes en cada veta.
Me despido de ti amada mía, recordando tu sabor, tu imagen y tu olor, jamás podré agradecer lo suficiente a Jabugo el mimo con el que te crió, cuidó y preparó para que un humilde servidor pudiera degustarte.
Un enamorado que siempre te tendrá en su mesa.
Sibarita
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