Las noches que cenaba fuerte solía tener pesadillas con él, volvía a recordar cómo le acariciaba la espalda, sentía su respiración, se regocijaba viendo cómo el pecho subía y bajaba de manera cadente. Sentía el calor de su cuerpo junto al suyo. Esos sueños eran increíbles, y al despertar notaba ese vacío que sólo te deja alguien que ha sido muy importante en los últimos años de tu vida. Pero su independencia, su actitud distante, su desdén, habían hecho que lo eliminases de tu lado.
Sólo las noches que cenabas fuerte sentías de nuevo su presencia, y todas las noches querías seguir notando su cuerpo felino bajo las sábanas, disfrutar del roce de su piel, de sus caricias, de cómo metía su cola entre tus piernas…Así durante doce meses.
Tu cuerpo no aguantó mucho, esas copiosas cenas habían logrado dañar el corazón, sólo el maullar de un gato blanco alertó a los vecinos de que algo grave pasaba.
No pudieron hacer nada por salvarte, habías muerto en los brazos del hombre que más amaste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario