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viernes, 21 de enero de 2011

La Madre

Asustada gritó desde la cama, las luces del cuarto contiguo se encendieron y una cálida voz de mujer susurró para tranquilizarla. Se sentó a su lado, y con toda la dulzura del mundo comenzó a acariciarle el cabello a la vez que le cantaba una nana. Pronto, el corazón se relajó y los ojos comenzaron a cerrarse para volver a caer en un plácido e inocente sueño.
Notó como se había orinado, con toda la paciencia del mundo le cambió el pañal, la aseó y volvió a ponerle uno limpio.
El amor que se respiraba en aquel cuarto era impresionante, el esposo refunfuñaba desde la habitación de al lado y gruñía a su mujer para que volviese a la cama.
Ella dejó prendida la pequeña luz de la lámpara de noche, se inclinó y le besó la frente despidiéndola con un:
- ¡Que descanses mamá! .


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