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miércoles, 8 de octubre de 2014

Poderoso

 A sus sesenta años se sentía en el comienzo de una nueva etapa. Miraba a su alrededor, aquella suite era todo glamour. Las paredes adornadas con fotografías de la ciudad. Grandes ventanales y lujoso mobiliario decoraban la habitación  La superficie distribuida en varias alturas; desde la cima, contemplaba a lo lejos como dos chicas jóvenes de apenas veinte años, practicaban un sexo salvaje. A su diestra, una copa llena de cocaína, junto a ella, un vaso vacío de Macallan Fine con su misma edad. Sonreía para sus adentros, lo tenía todo, y ahora tendría aún más. La expansión del Ébola le hacía rico, muy rico.
 El joven que le traía las copas se demoraba, cuando su lengua soltó un chasquido de impaciencia, apareció el mozo con la última botella que quedaba en el mundo de su predilecto güisqui. Mañana cumpliría 61, y tendría que buscar una nueva bebida con esa edad. La cara del chico lo decía todo, la bandeja cayó al suelo aquel preciado licor y dio unos pasos hacia atrás. Salió despavorido de la habitación.
Las chicas tras el ruido dejaron de amarse para contemplar la escena, gritar de manera ensordecedora y mirarse espantada la una a la otra.
Debido a su estado, tardó en darse cuenta que su pecho estaba lleno de sangre, el virus igualaba a los hombres.

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