Alumno: -Maestro, ¿Qué es la vida?
Maestro: Una sonrisa amarga cubre su rostro, las pausas eternas en las que incurre, a veces desesperan a los alumnos impacientes. -La vida, la vida no es más que una montaña.
Alumno: Su rostro refleja extrañeza, las metáforas de su maestro a veces son tan complejas que le cuesta captar su significado. -¿Una montaña?, pregunta dubitativo.
Maestro: Con el rictus más relajado, mueve afirmativamente la cabeza. -La vida no es más que una montaña, cada uno elige la cara de la montaña por la que quiere subir y descender.
El alumno escucha atento las lecciones de su maestro.
-Así, continúa hablando el anciano tras una de sus repetitivas pausas, hay personas que ascienden por paredes escarpadas durante gran parte de su existencia, y cuando llegan a la cima, les toca descender por otras paredes igual de verticales.
Alumno: -Maestro, usted dice que cada uno escogemos nuestras montañas, pero si naces en un hogar acomodado del primer mundo, o si naces en un lar desestructurado del tercer mundo, no podrán elegir la misma montaña.
Maestro: Orgulloso de las preguntas de su alumno más querido, sonríe y replica; -¿Acaso dije que había dos montañas iguales?. Las montañas difieren unas de otras, altura, dificultad, ubicación,... Al igual que no todos vivimos los mismos años, tampoco subimos las montañas por los mismos sitios, ni nadie las sube por nosotros. En una misma familia, tres hijos escogen subir tres montañas diferentes y cada uno por diferentes cara de las mismas. Puedes subir por un sendero lleno de flores, pero si eres alérgico a ellas, tu subida será un calvario. Por contra, puedes escoger una pared llena de riscos, pero si tu alma es de cabra montesa, serás feliz ascendiendo por ella.
Alumno: -¿Y si decido no subir ninguna montaña y quedarme quieto?.
Maestro: -Entonces no vivirás, ni verás la grandeza de la naturaleza al ascender hasta la cima. Cada día que pasa, ascendemos nuestra montaña, a veces, inhalamos con tanta fuerza, que se nos nubla incluso la razón, y nos damos cuenta que la montaña la dejamos atrás y estamos en la falda de nuestra montaña.
Alumno: -¿Qué quiere usted decir con eso?
Maestro: -Quiero decir, que quien quiere aspirar en una bocanada todo el aire, es decir, quien centra su vida en una sola cosa intangible (trabajo, poder, odio,...) cuando se quiere dar cuenta de la vida, la ha perdido toda y ya no hay fuerzas ni tiempo para volver a subir esa montaña.
Alumno: El joven miraba absorto unos pájaros construir su nido, Las clases al aire libre eran magníficas, bajo la sombra de aquel algarrobo sentía que había escogido una buena cara de su montaña para ascender. -¿Le apetece agua fresca del riachuelo, Maestro?.
El Maestro movió afirmativamente la cabeza, a sabiendas que al regreso del joven otra pregunta le acompañaría, y es que su alumno más aventajado siempre tenía sed de conocimiento.
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