Aquella era una mañana más de Abril de aquellos cuarenta y tantos años que llevaba Tobías viendo a diario.
La rutina era lo que le mantenía vivo; abría sus ojos antes de que el sol saliese, extendía la mano y se enganchaba al primer cigarro del día... estaría mal decir que era el primer cigarro del día, ya que hasta que no apagaba la luz a las doce de la noche de su boca no se apartaba una colilla. ¡Era el autentico cenicero andante!...
Tobías tenía su piel seca y cetrina, tan gris como el humo que despedía, sus dientes, los poco que quedaban eran amarillos como el queso correoso, con una delgadez extrema y una constante tos que le acompañaban desde que despertaba, Tobías era un despojo humano.
Os podría contar las miles de cosas que le sucedieron a Tobías Tabaco, tan fantásticas como irreales, lo cierto es que nadie pudo jamás convivir con él, estaba solo en el mundo acompañado de su encendedor que guardaba en su bolsillo derecho y que acariciaba a menudo añorando otro tipo de calor.
Su final no fue el de fundirse con un cigarrillo y acabar con sus cenizas esparcidas en una calle gris, su final fue agónico, se le veía pasar con una mascarilla de oxigeno por los pasillos del hospital, arrastrándose hasta los huecos de la escalera para allí a hurtadillas encender algún cigarro y fumárselo ahogandose entre calada y calada.
Primer comentario
ResponderEliminarTobias tabaco no sino el más claro reflejo de la sociedad fumadora. Mi abuelo tuvo un final a casua del tabaco idéntico al descrito por tí. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarGracias May
ResponderEliminarLlevo fumando desde los 13 años y ningún día he dejado de hacerlo salvo una gripe que pasé de pié, es decir, trabajando de comercial por mi región y que entre visita y visita mataba el tiempo concentrandome en mis pensamientos con la ayuda de las voluptas de humo.
ResponderEliminarPero en ese lapsus griposo el tabaco me sabía a paja mojada y dejé de hacerlo. Al regresar a casa al terminar la semana y reencontrarme con mi mujer, le dí el clásico beso de llegada y ciertamente pareció que estaba lamiendo un cenicero. No llevaba tabaco en el bolsillo pero inmediatamente tomé uno del paquete de ella y le prendí fuego, a la tercera calada ya estaba en la cama celebrando el regreso a casa.
Bueno, cada cual elige el camino que quiere, lo triste es que aunque te avisen de que el camino está cortado, muchos siguen por él por el simple placer de que escogieron ese camino, les gusta o no saben buscar otro...
ResponderEliminarNo quiero decir que los otros sean mejores, mas largos o que no tienen fin, que no es cierto, pero no tiene el cartel de...antes del final lo pasarás fatal.
Yo quería ser un abuelete cañero, un moutard tan enrollado como la Yamaha xs1100 que compartía mi vida desde hacía 25 años. Pasaba de drogas y alcohol, todo con el fin de mantenerme en forma pero un día que iba en mi auto, estaba parado detras de otros cuatro coches frente a un paso de peatones y de repente un enorme topetazo por mi detras me envió contra los otros vehículos quedando mi coche siniestro total. Eso fué lo de menos, al día siguiente el traumatólogo me diagnosticaba 7 hernias discales provocadas por el efecto latigazo.
ResponderEliminarYa ves, ¿ de que me sirvió ser bueno...si ahora igualmente no puedo hacer aquello que siempre soñé? La moraleja es...debiste haber bebido, fumado y fornicado entonces que podías si ahora no puedes, ¡te jodes!