Nunca se consideró especial, no quería destacar y buscaba la retaguardia entre las masas, pero tenía algo que lo hacía encabezar los grupos, despuntar aunque no quisiera.
Sin proponérselo sabía escuchar y acertaba en sus consejos; se le acercaban homínidos, cuadrúpedos, hasta invertebrados trataban de estar cerca de él y recibir aquello que emanaba como de una fuente.
Sólo los oscuros recelaban de él y trataban de todas las formas posibles de hacerle daño, pero nuestro hombre no se achantaba y renovaba su manantial ofreciendo nueva y mejor energía.
Su senda fue escrita en esos corazones que le brindaron lo mejor que les pudo ofrecer.
Ahora sigue perdido en sí, viviendo en el centro de tanta energía sin saber muy bien como soltarla, pero cuidándola para que siempre esté limpia...
Cuando te topes con él lo sentirás y ya nunca más sabrás como pudistes vivir sin tenerlo.
Ahora monta en tu nube y vuela hasta el mismo jardín azul de tu interior, no dejes que nadie se interponga entre ustedes, no deambules buscando lo que no sabes si existe sin antes oler tu propio jardín.
Hola, Mad.
ResponderEliminarInteresante relato que invita a una pausada reflexión. No es fácil volar hasta el jardín azul de nuestro interior. Unas veces, nos da miedo por lo que nos podamos encontrar, y la mayoría, andamos demasiado ocupados para hacerlo. Pero tienes razón,hay que saber valorar lo que tenemos antes de buscarlo fuera de sitio.
Gracias por tus letras.
Un abrazo.
Maat
Ese especial, ese que no podré olvidar sin pensar que mi vida hasta ahora no era tal, debe pagar peaje, los oscuros jamás toleran la luz, miremos en nuestro jardín a ver si está esa luz o es una simple bombilla, una luz de invernadero para el jardín. En Roma iban con antorchas, luz dorada.
ResponderEliminarBendito él y su energía inagotable!
ResponderEliminarEn nuestros propios jardines interiores seguro le hallaremos.
Un abrazo!
Gracias por vuestros comentarios, dadle la vuelta al título y vereis de lo que hablo.
ResponderEliminarBesos.